Hoy en día la mayoría de las personas utilizan el término “bipolar” muy a la ligera para referirse a esta condición más como un estado de ánimo que como un diagnóstico médico real. Una persona con trastorno bipolar experimenta cambios de ánimos poco comunes y drásticos. Pueden pasar de ser tan activos y felices que llegan a la euforia (estados de manías), a sentirse muy tristes y desesperanzados (estado de depresión).

Ahora bien, una persona temperamental es una persona que constantemente sufre cambios bruscos de carácter o humor. Son personas que tienen el carácter muy variable, que son impredecibles y en ocasiones demuestran falta de sentido común y capacidad de reflexión. Es un diagnóstico mucho más sencillo, ya que el temperamento es el resultado de las experiencias vividas, de la educación, de las relaciones familiares y sociales, su reconocimiento y su valoración, mientras que el trastorno bipolar tiene un componente genético y fisiológico real.

Las principales características de una persona temperamental es que un día está efusivo y alegre, pero al otro día no quiere ni que lo miren. En ocasiones cualquier palabra puede irritarlos, e incluso llevarlos a actuar con agresión. Asimismo, es una persona con una vida inconstante, inestable emocionalmente, que se altera fácilmente, que tiene una imaginación exagerada, en extremo sensible y tiene mecanismos de defensa absurdos para los demás. En algunos casos más severos, el comportamiento del temperamental está acompañado de gestos y de ademanes exagerados muy característicos.

Las señales más evidentes para identificar a este tipo de personas son la falta de control de la ira, pasar de un estado normal a la ansiedad, irritabilidad o tristeza, a sentimientos de vacío y soledad, confusión de su propia identidad e impulsividad en su comportamiento.

La psicología explica que en el fondo una persona que cambia de temperamento a cada instante esconde algo más en su interior que un simple malhumor, son personas con una sensación de vacío en el alma, que se sienten completamente solas y que nadie aparecerá para ayudarles.

Detrás de ese constante cambio anímico se esconde una gran tristeza. En vez de llorar es más fácil pelear con los demás, sienten que así se defienden ya que la rabia es vivida como fortaleza y la tristeza como debilidad, siguiendo una creencia inadecuada de la sociedad. Por lo general son personas que tienen miedo y pueden haber vivido experiencias en las que sintieron mucho temor o impotencia cuando niños.

La luz al final del túnel

Pero no todo está perdido para una persona temperamental, hay una luz al final del túnel. El intentar tener un comportamiento más estable no es fácil, y más si no se tiene ningún tipo de ayuda profesional, sobre todo porque hay que buscar el origen de ese vacío, que es mayormente una pena o un dolor en los vínculos con los padres. Seguir un proceso de búsqueda interior con un profesional es una muy buena forma de comprender, de crecer y soltar los asuntos pendientes.

Junto con la psicoterapia, luego de su correcta identificación, tanto la hipnosis clínica como la meditación son herramientas terapéuticas que, bien sean aplicadas de forma directa o como complemento a un tratamiento médico, pueden conducir en gran medida a la solución del padecimiento. Otras formas de ayudar son la medicina bioenergética, la acupuntura, el yoga y demás prácticas alternativas, que contribuyen a mejorar la sintomatología, principalmente el estrés.

Aunque es normal que nos enojemos y sintamos tristeza, debemos estar alerta cuando ya han pasado semanas y seguimos deprimidos o cambiamos en un minuto de la euforia a la melancolía. De ser así, debemos buscar ayuda.

Sylvia Patricia Chabebe

Psicóloga clínica, terapeuta familiar y de pareja