Europa mira con desconfianza hacia el otro lado del estrecho de Gibraltar. El amargo problema de las regulaciones migratorias ha desnaturalizado lo que en su día fue un trasiego gozoso entre mundos emparentados por la historia. España, llamada en su día “la puerta de Europa”, es ahora la primera barrera. En la dirección contraria, no obstante, se sigue manteniendo una especial fascinación por la oferta turística de un país que actualmente vive en situación estable (políticamente hablando) y ha reforzado su apuesta turística de alto standing para competir en relación calidad-precio con sus rivales de la zona, como Túnez, más abocada a un esquema de “todo incluido” y precios para todos los bolsillos. El árabe es la lengua oficial y el francés la más hablada entre los idiomas extranjeros, aunque en Tánger, Tetuán y Chefchaouen se habla español debido al pasado colonial de estas ciudades con la metrópoli europea más cercana al país. 

Marruecos es Casablanca, la ciudad fílmica del Rick’s Café Americain en la que Bogie e Ingrid separaron para siempre sus caminos. La ciudad del Boulevard, el festival cultural más importante de todo el Magreb. Marruecos es Rabat, la ciudad capital, incluida en el ranking de los destinos privilegiados del planeta por la CNN. Marruecos es Chefchaouen, destino de ‘modern bohemians’ y artistas, y Tánger, con el brillo de su pasado cosmopolita. Marruecos es también Mazagán, el nuevo complejo turístico de playa llamado a atraer visitantes exigentes de todo el globo. 

Vayamos por partes. Rabat es, ante todo, su medina. Allí se yergue poderosa la muralla de los andalusíes, hecha de adobe en el siglo XVII. La ciudad vieja, rectilínea, no tiene la habitual disposición caótica de esos núcleos urbanos, aunque sí cuenta con otros clásicos del área como el mercado dominical, la Gran Mezquita y el zoco de calzado, es Sebat. La visita a la calle Consuls, en la que los artesanos trabajan delante del público, es un buen preludio para acercarse al barrio fortificado de los Oudayas, de fachadas blancas y azules, con su Museo Nacional en lo alto y espectaculares jardines a los pies. Empezar por la capital es un buen modo de empaparse de Marruecos cuando el apremio del tiempo no mediatiza la visita al país.

Casablanca puede presumir de la mejor conjugación de modernidad y conservación de la riqueza ancestral en su fisonomía citadina. Desde 1993, la mezquita de Hassan II (una de las más grandes del mundo, con sus 200 metros de altura) preside una ciudad cuyo corazón social está en el barrio de Maârif, sede de los mejores comercios junto a la zona de Anfa. En paralelismo dominicano, la ciudad tiene su propia Bahía de las Águilas: el marabuto de Sidi Bou Abderrahmane, al que solo se llaga por mar, y que está contiguo a la zona de balnearios. Además, la vida nocturna de la ciudad es la más animada (y multifacial) de todo el Magreb. 

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Ciudades mágicas

Tánger, hechicera de artistas plásticos como Delacroix o Matisse y escritores del porte de Paul Bowles, Jean Genet, Tennessee Williams o William Burroughs (quien escribió allí ‘El almuerzo desnudo’) está presidida por el flamante palacio de Mendoub, el Museo de Arte Contemporáneo, los zocos (el Chico es tan famoso como el Gran Zoco) y los famosos cafés Baba y Tingis. 

Marrakech, con su famoso palmeral, la Menara, el palacio de Mnebhi y los jardines de Majorelle como bandera, es desde hace décadas el hogar de otro gran escritor, el último premio Cervantes de novela (aunque ha rechazado la distinción), Juan Goytisolo. En Fez está una de las universidades más antiguas del mundo (algunos dicen que la más antigua), que data del siglo IX y donde se enseñaba teología, gramática y derecho coránico; además, destaca el museo Dar Batha, enclavado en un espectacular palacio. Larache es uno de los grandes paraísos playeros del país, con la gastronomía (las barbecues de pescado son increíbles) como gran activo. 

La ruta del sur también tiene un aroma especial. Desde Ouarzazate a Boumalne se atraviesa el valle del Dades, jalonado de casbas (edificios de planta cuadrada con cuatro torres en los ángulos, construidos en tierra cruda, de origen bereber) y pueblos amurallados. El palmeral de Skoura, las gargantas del Todr y las rocas de color cambiante de Boumalne (el sol obra esta maravilla) son algunas de los hallazgos de esta ruta. A lo largo del Dades se atraviesa el llamado país de las rosas, que tiene en mayo a su mes de fiesta mayor. Un poco más al sur, en el valle del Drâa, está la ruta de los oasis hasta M’Hamid, punto de salida de la excursiones por el desierto del Sahara. 

En la desembocadura del Río de Oro está Dakhla, puerto pesquero al borde de una magnífica laguna de aguas turquesas. Además de acoger a miles de aves migratorias como colonias de flamencos rosas, la bahía alberga una gran población de focas monje. En sus aguas también se crían rayas y delfines jorobados del Atlántico. Punta Sarga, en el extremo sur, es el lugar más apropiado para observarlos. La gente del surf lo considera además uno de los enclaves más hermosos del mundo. La ducha de agua sulfurosa a 38 grados del manantial termal de Asmaa es digna de probar, por sus excelentes propiedades para la piel, los trastornos respiratorios y los huesos. La laguna del Río del Oro, por su parte, es una de las zonas con mayor abundancia de peces del mundo, la estrella del lugar es la corvina. 

Alojamiento y referencias prácticas 

Las grandes cadenas hoteleras están ampliamente representadas en el país, si el visitante quiere ajustarse a unos estándares de calidad conocidos y equiparables a otros destinos mundiales. Sin embargo, es recomendable probar un poco del sabor especial de la zona en el alojamiento, al menos por algunos días. Así, las casas de huéspedes (tanto en las ciudades como en zonas rurales) permiten un acercamiento fidedigno a la realidad local y, en general, están bien provistas. En las zonas de surf también es muy común la acampada. 

Se podría estar horas hablando de Marruecos y sus tesoros para el visitante ávido de sensaciones. Pero el tiempo y el espacio son limitados. Si tienen la oportunidad de visitarla, no lo duden. Es un lugar único, bendecido por algunas de las estampas más espectaculares de todo el planeta… y una fábrica inagotable de recuerdos maravillosos. 

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