A la hora de emprender, la mayor dificultad es la consecución del capital semilla para la compra inicial de activos y para el capital de trabajo requerido para mantener con vida el naciente negocio. El arduo proceso de conseguir estas fuentes de financiación es, en muchos casos, una justificación para abandonar el proyecto, ya que cumplir con los requisitos parece tarea de titanes por el nivel de exigencia y el grado de complejidad. Sin embargo, algunos ven en la obtención de los recursos económicos un reto más y un estímulo mayor para preparar un buen plan de negocios.

La experiencia muestra que las fuentes iniciales de capital semilla son la familia, los amigos y los ahorros del emprendedor; todos ellos, en la mayoría de los casos, muy limitados, lo que por ende no permite desplegar el esfuerzo emprendedor. En los países del primer mundo se ha venido desarrollando desde los años 50 la cultura del inversionista ángel, quien está dispuesto a apoyar en estas etapas tempranas en las que los riesgos son bastante altos pero el concepto de negocio es bastante prometedor.

Ya por fortuna esta cultura empieza a difundirse por América Latina. En República Dominicana encontramos con más frecuencia inversionistas dispuestos a apoyar en estas primeras etapas a los emprendedores. Este tipo de inversionista lo puede hacer en el plano individual, pero lo que normalmente se ve es que antes de invertir esté agrupado en redes desde donde puede tener una mejor panorámica de las oportunidades disponibles, y el emprendedor tiene clara la hoja de ruta para acceder a este tipo de financiación.

El inversionista ángel es consciente de los enormes riesgos que implica invertir en el naciente negocio y está dispuesto a entregar una cantidad de dinero a cambio de participación en el capital de la empresa. Muchas veces perderá su inversión pero las pocas veces en la que el emprendimiento logre salir adelante compensará los fracasos. Además de dinero aporta sus conocimientos, contactos y su experiencia. Los inversionistas ángel normalmente seleccionan sus proyectos sobre la base del plan de negocio que presentan los emprendedores y están dispuestos a invertir en dependencia de sus criterios personales y preferencias personales.

Gracias a la web y a su alcance, que no conoce fronteras, ha emergido con gran fuerza el “crowdfunding” o financiación colectiva. A través de estos portales es posible obtener financiación para capital semilla, o proyectos en etapa temprana. El donante inversionista aporta pequeñas cantidades de dinero y por lo general recibe algún tipo de recompensa una vez que el proyecto/negocio logra despegar.

En otros casos el donante inversionista puede recibir acciones, regalías o algún tipo de interés al capital invertido. Se estima que en 2014 esta industria logró movilizar más de 5.000 millones de dólares en el mundo, con los Estados Unidos como líder en el desarrollo de este nuevo tipo de mecenas inversionista. Sin duda alguna tal financiación ofrece enormes oportunidades tanto para el emprendedor como para el inversionista y los gobiernos se apresuran a fijar marcos regulatorios para encaminar su desarrollo.

En cualquier caso es muy importante contar con una idea innovadora, escalable, global que apunte al mercado mundial; que logre interesar y demuestre que los emprendedores tienen la capacidad gerencial para convertirla en un negocio sostenible en el tiempo y que genere dividendos para todos los interesados.

 

Fernando Barrero

Profesor de Dirección Financiera.Director de Centros de Investigación Barna Management school