En el hemisferio norte el verano inicia oficialmente el 21 de junio, con el llamado solsticio de verano, que se corresponde con el día más largo del año. La estación durará 93 días y 15 horas y culminará el 22 de septiembre con el equinoccio de otoño. Pero la mayoría de los dominicanos no estamos al tanto de las estaciones porque para nosotros ir a la playa cualquier día es válido, mientras resplandezca el sol, tengamos buen ánimo y no haya anuncio de tormenta tropical. Eso tiene de sabroso vivir en esta latitud porque en nuestro país gozamos de un largo y ardiente verano.

Pienso que la temperatura en República Dominicana no debía medirse en grados centígrados, sino por la cantidad de personas que se desplazan a las playas y balnearios de nuestra privilegiada geografía. Tan pronto termina el año escolar, las familias comienzan sus periplos para disfrutar de las cálidas aguas azul turquesa, la fina arena blanca o dorada y de la exquisita gastronomía regional en lugares donde numerosas cadenas hoteleras internacionales han enclavado sus propiedades y resorts de calidad mundial.

Sin embargo, los habitantes de Constanza y Jarabacoa gozan de microclimas particulares que les permiten disfrutar las estaciones del año con los encantos que propician los cambios de temperatura. En enero pasado, por ejemplo, según el Departamento de Climatología de la Oficina Nacional de Meteorología (Onamet), el termómetro marcó cuatro grados bajo cero en el Parque Nacional de Valle Nuevo y aun cuando no se dan las condiciones atmosféricas necesarias para que se produzcan nevadas, la escarcha y las heladas conforman un paisaje digno de admiración.

Estas gélidas temperaturas atraen muchos turistas dominicanos deseosos de disfrutar la más cruda de sus estaciones. Visitar este paraíso en esa época del año, conocer la famosa pirámide ciclópea cuatriseccionada de Valle Nuevo y sumergirse en los extraordinarios ecosistemas boscosos de la región es una forma de constatar que República Dominicana en verdad lo tiene todo.

No importa el lugar elegido para disfrutar del verano, ya sea en nuestras cálidas playas, en la Ciudad Colonial, haciendo ecoturismo y turismo cultural, o si preferimos degustar un humeante chocolate acurrucados, contemplando la neblina de nuestras montañas…, lo cierto es que el contenido de estas 112 páginas de Bohío no dejará a nadie indiferente. Lo hemos preparado con la pasión que nos caracteriza y seguros de que volveremos a encontrarnos en la próxima edición.