Los viajes comerciales a velocidades supersónicas siempre han fascinado, no tanto por la tecnología, sino por el tiempo que ahorran al viajante aéreo, no muy interesado en el paisaje sino en llegar temprano a su cita de negocios o en aprovechar más el tiempo de sus vacaciones, y las naves que lo han hecho realidad siempre se consideran legendarias.

La humanidad, específicamente la que posee un alto poder adquisitivo, pudo disfrutar de estos veloces viajes comerciales con el pionero y más exitoso de estos aparatos, el Concorde, cuyo último vuelo tuvo lugar en 2003, fecha que puso fin a su andar. Pero como de lo bueno es difícil que nos cansemos, se anuncia el primer jet privado capaz de volar a estas velocidades y de acortar hasta en seis horas algunas rutas. Conozcamos la tecnología necesaria para estas operaciones y un poquito de historia antes de ver los anuncios de futuras ofertas.

Más rápido que el sonido

El viaje supersónico, como lo dice su nombre, implica que el vehículo se traslade a una velocidad superior a la del sonido. Se define a la velocidad del sonido como la distancia que recorre en un medio (en nuestro caso, el aire) una onda sonora, que sería 1.236 km/h. En esta velocidad se mide la capacidad de las aeronaves para desplazarse por debajo (subsónica) o por encima (supersónica) del señalado umbral. Una medida muy popular que escuchamos en este sentido es el Mach, que se define como la división de la velocidad a la que se desplaza un objeto entre la velocidad de la luz, por lo que cualquier objeto que se desplace por encima de Mach 1 lo hace a velocidades supersónicas. En la actualidad todo el transporte comercial se realiza en vuelos subsónicos.

Historia comercial

Si bien es cierto que desde la segunda mitad del siglo XX el vuelo supersónico es una realidad, para lo que se han desarrollado métodos de propulsión desde el cohete, pasando por el turbofan y por último el scramjet para vuelo hipersónico (> Mach 5), el mismo siempre se circunscribió a aplicaciones militares. A partir de la década de 1950 comenzó a pensarse en la aplicación comercial de esta tecnología, con el aspecto económico siempre como el principal obstáculo.

Cuando en Estados Unidos todavía estaban en esas disquisiciones, los anuncios del desarrollo anglo-francés del Concorde y del Tupolev 144 por de la Unión Soviética “estimularon” a los norteamericanos, cuyos diseños nunca llegaron a concretarse. El aparato ruso tuvo una corta historia comercial (55 vuelos), mientras que el todavía recordado Concorde, que volaba a una velocidad tope Mach 2,04 y con capacidad de hasta 120 pasajeros, tuvo una carrera mucho más larga e inmensamente más exitosa desde 1976 hasta 2003. Solo registró un accidente mortal, el vuelo de Air France 4590 en julio de 2000, causado por un objeto metálico caído de un avión que había despegado antes de esa pista. La tragedia, combinada con el descenso en la industria fruto de los sucesos del 11 de septiembre de 2001, decretaron el fin del Concorde.

Durante toda su vida los vuelos comerciales supersónicos tuvieron que enfrentar diferentes obstáculos, entre ellos la obvia factibilidad económica, la cual resultó positiva y hasta redituable. Quizás el más importante (o más “bullicioso”) era el de grupos ecológicos que sostenían que el estruendo sónico (sonic boom) generado al momento de la nave quebrar la barrera del sonido era una amenaza ambiental, así como el peligro que las emisiones de estas naves representaban para la capa de ozono. Esto último no resultó exacto en la alarmante proporción denunciada. Estas denuncias presionaron políticamente a legisladores al punto que se prohibió el vuelo supersónico sobre zonas y el aterrizaje en algunos aeropuertos, lo cual ahondó los retos financieros para tales operaciones.

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De vuelta, con el AS2 de Aerion Corp.

A finales del año pasado y luego de 13 años de trabajo en el diseño de un jet privado con capacidades supersónicas, la Corporación Aerion anunció el AS2, con una capacidad de ocho a 12 pasajeros, velocidad tope de Mach 1,5 y con la posibilidad de desplazarse 8.797 m (4.750 millas náuticas) a velocidades por encima de la del sonido.

Este anuncio toma muchos visos de realidad si tenemos en cuenta que en 2014 Aerion emprendió una sociedad con Airbus, lo que le aporta más credibilidad y sustento tecnológico (además de económico). A ello se suma que la compañía FlexJet, que ofrece propiedad compartida de aeronaves, colocó una orden para 20 AS2, que todavía están por construirse y probarse, a razón de US$120 millones cada uno. Los planes son de tener en cinco años un aparato en el aire y en 2023 entregar a FlexJet sus aviones. Tremenda apuesta.

Dentro de las innovaciones en su diseño están la de alas, con flujo laminar, en contraste con la tradicional ala delta del Condorde, y el fuselaje, más conveniente para vencer la resistencia (drag) al desplazarse, además de materiales que garantizan una estructura ligera y firme al mismo tiempo, como los materiales compuestos de fibra de carbono y titanio para ciertas estructuras de la aeronave.

The comeback kid

Estos tiempos, aunque impresionantes, quedan por debajo de los que alcanzaba el Concorde. Por ejemplo, entre Nueva York y Londres era de tres horas y media. Pero la realidad es que ya el Concorde no vuela más…, ¿o sí?

En septiembre de 2015, el Concorde Club, compuesto por un grupo de expilotos, ingenieros de mantenimiento, ejecutivos aéreos y entusiastas de esta nave, aseguraron la friolera de 160 millones de libras esterlinas para poner un Concorde de nuevo en operación. Está por verse si pueden convencer a British Airways de que ceda la propiedad sobre los aviones, cuando ya, a raíz del cese de operaciones, Sir Richard Branson lo intentó y no pudo. ¡Buena suerte!

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Elevando el listón

En fecha tan reciente como julio de 2015, Airbus registró en la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos una aplicación para, según el documento, un vehículo aéreo ultrarrápido y su método de locomoción. La aplicación plantea que la aeronave será impulsada por dos turbinas jet para despegue, un cohete para llevarlo a posición de crucero y una vez a altitud de crucero estatorreactores colocados bajo las alas continuarán el vuelo. Según esta configuración, la nave alcanzará velocidades hipersónicas, más allá de Mach 5. En aplicación civil, semejante aparato podría hacer la ruta de Nueva York a Londres en una hora.

Aterrizando

Aunque con menor perfomance que sus predecesores, la existencia de un jet privado supersónico permite la libertad, para el que pueda pagarlo, de poder volar al sitio de su elección sin tener que estar sujeto a rutas comerciales que quizás no cubran la localidad que necesita visitar. Por otra parte, el transporte masivo en esta tecnología avivaría el interés turístico por visitar destinos que el solo hecho de pasarse 15 horas sentados en un avión nos hace olvidarlos. Esperemos que cada vez la tecnología avance y abarate los costos de este tipo de transporte para que puedan existir aplicaciones que beneficien no solo a unos pocos y podamos decir con más propiedad que el mundo es un pañuelo. 