Conciencia ciudadana es la comprensión de los deberes y derechos de los ciudadanos de un país, que se traduce en el comportamiento responsable y armónico de las comunidades que de manera voluntaria se convierten en guardianes del fiel cumplimiento de las leyes y principios que regulan y garantizan la equidad social, la higiene del entorno y la seguridad ciudadana que se manifiesta en la paz social que aspiramos vivir.
Nos corresponde a todos luchar para implementar un estado de derecho donde las leyes y los reglamentos vigentes y las normativas y resoluciones de las entidades públicas constituyan las normas y los principios que invariablemente rijan el comportamiento ciudadano, desde el primer magistrado de la nación hasta el más humilde de los habitantes del país.
Con el objetivo de repasar lo aprendido por las generaciones de “Antes de Ayer”, que tuvimos la dicha de conocer la filosofía educativa del Maestro Eugenio María de Hostos, hemos compilado citas e ideas acerca del proceso formativo del ser humano extraídas del Manual del Ciudadano en los Países Libres, del insigne autor dominicano Domingo Octavio Bergés Bordas, básicas para lograr la convivencia pacífica a través del individuo con los valores morales necesarios, capaz de razonar y aportar positivamente a la formación de su familia y de su entorno, hoy más que nunca cuando parece que “alguien visitó el mundo una noche oscura y subrepticiamente le cambió el valor a todo, rebajó los precios de valores importantes y sobrevaloró productos nuevos que puso al alcance del público con una estrategia mercadológica capaz de socavar todos los niveles económicos de la sociedad que toca”.
Conscientes de que la sociedad actual debe aprovechar la tecnología para modificar los métodos educativos dirigidos a nuestros niños y adolescentes, nos proponemos a través de este espacio, contribuir en la medida de lo posible a que esos conocimientos básicos plasmados en el Manual del Ciudadano en los Países Libres fortalezcan los valores morales en cada individuo para construir con ellos la seguridad perimetral de nuestra sociedad.
MANUAL DEL CIUDADANO EN LOS PAÍSES LIBRES
LECCIONES DE CIVISMO Y MORAL CIUDADANA
DOMINGO OCTAVIO BERGÉS BORDAS
QUINTA EDICIÓN, EDITORA DEL CARIBE, C. por A.
Santo Domingo, R. D. 1 9 6 8
La Escuela es la continuación del hogar. Los Maestros deben ser considerados como los continuadores de la obra educativa de los padres. Su labor es noble, digna y abnegada cuando es realizada con capacidad y consagración, por lo cual deben merecernos respeto, consideración y afecto, atendiendo sus reclamos para proporcionarles todo lo necesario para la realización eficaz de su labor docente, remunerando esa labor de acuerdo con su importancia. Ellos son los encargados de inculcar a sus discípulos las ideas contenidas en esta obra, para hacer de ellos buenos y dignos ciudadanos.
88.—El Gobierno y la Iniciativa privada. El Estado está formado por todos los ciudadanos de un país que se rige por un gobierno formado por los ciudadanos que el pueblo escoge y elige, por intermedio de los partidos políticos, para desempeñar las funciones que les señala la Constitución.
Ese gobierno dirige todas las actividades de interés público que afectan a la comunidad. Pero no podemos pretender que todos nuestros problemas comunes sean resueltos por el gobierno, porque en vista de la complejidad y multiplicidad de los problemas que la vida moderna ha creado, no podemos, si somos personas conscientes, dejárselo todo al gobierno y esperar de él que actúe a tiempo y eficazmente en la solución de esos problemas que nos afectan individual y colectivamente.
La iniciativa privada, o sea, la actuación eficaz y oportuna de cada ciudadano, es necesaria e indispensable para contribuir a la solución de múltiples problemas que nos afectan. Tanto en el aspecto cultural, como en el económico, los ciudadanos deben aportar sus capacidades para obtener la solución de muchísimas necesidades de la comunidad, que el gobierno no está en condiciones de llevar a cabo con la premura y el aporte necesarios para su pronta realización. Por eso, en casi todos los países progresistas, con un alto nivel de vida, se han multiplicado las sociedades cooperativas, en las cuales los ciudadanos se unen para la realización de múltiples fines de bienestar social y económico.
Uniéndose los ciudadanos de cada comunidad en sociedades cooperativas, pueden obtener, con modestos aportes de cada uno, ya sea en efectivo, así como en trabajo personal, la construcción de escuelas, bibliotecas, iglesias, clubes sociales para el esparcimiento de sus socios, ofreciendo charlas educativas, proyecciones cinematográficas y representaciones teatrales, mejoramiento de los caminos, asistencia técnica en sus labores, tiendas de consumo, ayudas crediticias, etc.
El gobierno del Estado es en sus actuaciones el reflejo de las actuaciones de los ciudadanos del país. Si esos ciudadanos son de escasa iniciativa y esperan resolver sus problemas con la ayuda del gobierno, ese gobierno, formado por esa clase de ciudadanos, que piensan de esa manera, actuará muy lentamente y sin eficacia, por falta de estímulo. Mientras que si los ciudadanos son activos y dispuestos a obtener lo que desean utilizando su propia iniciativa y sus propios esfuerzos mancomunados, serán un estímulo eficaz para la actuación del gobierno, que tratará de hacerse digno de tales ciudadanos.
89.—Lo que pertenece al Estado debe ser considerado propiedad privada. Hay un concepto errado sobre las cosas y los bienes que pertenecen al Estado y que el gobierno de ese Estado maneja para el servicio de la Administración Pública. Muchos ciudadanos creen que lo que es del Estado es propiedad de todos y que todos tienen derecho de disponer a su antojo de las pertenencias, para su propio y exclusivo provecho, de cualquier cosa que pertenezca a una oficina del gobierno.
Especialmente hay personas que trabajan en oficinas del gobierno que utilizan esas oficinas para hacer trabajos particulares, y muchas veces llegan hasta a apropiarse del material gastable de esas oficinas, como papel, borrantes, lápices, plumas, cintas de máquinas, etc. Tal cosa constituye un robo, porque si bien es cierto que lo que pertenece al Estado es propiedad de todo el pueblo, no pertenece particularmente a ninguna persona, sea Jefe de Oficina, o algún alto funcionario, aunque sea Presidente de la República, pudiendo sólo destinarse esas cosas al uso para el cual se han destinado, que es facilitar el buen desenvolvimiento de un Departamento de la Administración Pública en beneficio de todo el pueblo.
Todos los funcionarios y empleados públicos, sean de la categoría que sean, se comprometen con el Estado a realizar las labores que les son encomendadas, con capacidad y con honradez; por eso es necesario crear la Carrera Administrativa, para que sean designados miembros de la Administración Pública, en cualquiera de sus ramas, a los más capacitados y más honrados, reconocidos como tales después de haberse preparado por medio del estudio de programas especiales y presentado un examen de capacitación ante un jurado competente, y ser reconocido como persona de una conducta moral intachable.
No solamente es falta de honradez apropiarse de efectos que han sido puestos a su disposición para el desempeño de las funciones para las cuales fueron designados, sino también constituye una acción deshonesta dejar pasar el tiempo holgazaneando en conversaciones tontas y triviales, paseos innecesarios a otros escritorios o a otras oficinas, y en general gastando en actos inútiles el tiempo que debe destinarse en beneficio de las labores que les han sido encomendadas.
También es deshonesto utilizar en diligencias y paseos de índole privada los vehículos que el Estado pone a disposición de los empleados o funcionarios públicos para el uso de los Departamentos del gobierno y del municipio.
Por esas consideraciones de orden moral tenemos que convenir que lo que pertenece al Estado debe ser considerado como propiedad privada.
90.—La propaganda demagógica. La mayoría de los dirigentes políticos, cuando hacen campaña electoral previa a unas elecciones, dicen que solucionarán todos los problemas que confrontan todos los habitantes del país; ofrecen un paraíso de bienestar y felicidad para todos los sectores de la comunidad; que corregirán todos los abusos y todas las injusticias; que repartirán tierras; que proporcionarán trabajos para todos los que deseen y lo necesiten; que construirán casas para todos; que habrá escuelas para todos; hospitales para todos, con repartición de medicinas gratis; que repartirán comida para todos los hambrientos; que todos ganarán dinero suficiente para todas sus necesidades; que acabarán con la miseria, el hambre, la desnudez, la desnutrición, el desempleo, las enfermedades, y cientos de otros ofrecimientos que da gusto oírlos, y quien los oye y cree en ellos se regocija de antemano de todo lo que obtendrá cuando el partido por el cual habla ese señor vaya al poder.
Los pueblos latinos somos muy impresionables; nos entusiasman las palabras bonitas y los ofrecimientos de cosas buenas, pero no sometemos a un análisis concienzudo y real todo lo que se nos dice y se nos ofrece. No calculamos con mente fría y analítica en la posibilidad práctica de que esos ofrecimientos puedan o no cumplirse. Podría suceder que esos portavoces de los distintos partidos políticos tengan la buena intención de llevar a la práctica y cumplir todo lo que ofrecen, pero que las condiciones adversas y la realidad de los medios que tendrá en sus manos para ello no se lo permitan. Pero lo más común es que ofrezcan sin ninguna intención de cumplir, sólo para aprovechar el anhelo de justicia social y bienestar que tienen las masas, conociendo que a los pueblos latinos es fácil engañarlos con promesas, porque son apasionados y creen en lo primero que les dicen, cuando ello satisface sus deseos de mejoramiento.
Eso es lo que se llama propaganda demagógica, que con tanta frecuencia usan los dirigentes y portavoces de los partidos políticos para obtener adeptos y simpatizadores que les den sus votos para ascender al poder. Y una vez en el poder olvidan cumplir todo lo que ofrecieron.
Para evitar esos chascos, esos desengaños, esa frustración hay que escudriñar toda la vida de un dirigente político, anterior al momento en que habla ofreciendo lo que no podrá o no querrá cumplir.
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