El alcohol etílico o etanol es el compuesto activo esencial de las bebidas alcohólicas. Su variedad depende del tipo de proceso por el que se obtiene, fermentación o destilación, y de su origen, fruta o cereal. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera una droga, ya que genera adicción, provoca tolerancia y síndrome de abstinencia en su ausencia.
Durante milenios el alcohol ha acompañado al hombre y su historia. El inicio de su uso en las diferentes sociedades data desde la aparición de la cerámica, que permite su fermentación y se fija en los finales del mesolítico. Es en la Edad Media que aparece la técnica de destilación.
Aunque inicialmente tuvo un uso mágico-religioso, rápidamente pasó a ser usado de forma social y ya en el Código Hammurabi aparecen regularizaciones a su uso. En las sociedades modernas, en dependencia del entorno sociocultural, las bebidas alcohólicas se emplean de forma ocasional o aguda (también llamada social) y habitual o crónica. Los efectos indeseables aparecen ligados a ambas formas de consumo y asociados a las cantidades que se ingieren.
Efectos adversos
Además de los efectos adversos directos a la salud del individuo, pueden ocurrir accidentes (como los de tránsito), a veces fatales, y situaciones de tipo socio-familiar. Dentro de los efectos indeseables agudos se encuentran las perturbaciones funcionales múltiples en el sistema nervioso central, depresión transitoria de la función cardíaca, arritmias cardíacas y muertes súbitas por ingesta de grandes cantidades.
El consumo crónico o habitual provoca dependencia, polineurosis, daños directos de las neuronas centrales, atrofia cerebral, delirium tremens, hipertensión arterial, miocardiopatía dilatada, hepatitis, cirrosis, pancreatitis aguda y crónica. Se relaciona también con los cánceres de esófago, colon y mama.
Estilo de vida
Después de la constatación del fenómeno de la baja incidencia de enfermedad coronaria en países con alto consumo de grasas y, en particular, la conocida “paradoja francesa”, se ha hecho relevante la dieta mediterránea como parte de un estilo de vida saludable. Esta dieta está basada en el consumo de vegetales como verduras, hortalizas, legumbres, aceite de oliva, frutas, frutos secos o semillas, aves de corral, pescado, productos derivados lácteos como el yogur y los quesos, y el consumo de vino durante las comidas.
El impacto de los estilos de vida saludables ha provocado que desde hace más de veinte años se vengan publicando estudios epidemiológicos que demuestran la relación entre consumo de bebidas alcohólicas y disminución de enfermedad coronaria o infarto cardíaco y accidentes cerebrovasculares. Esta información que ha generado gran interés para la población general debido a que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en adultos, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
Consumo moderado
Básicamente, las investigaciones han demostrado que un consumo moderado (se recomienda en general una copa de vino en la mujer y dos en el hombre durante comidas) provoca una elevación del buen colesterol (HDL) y, en menor medida, disminución del mal colesterol (LDL). También parece provocar una disminución de la agregabilidad plaquetaria, que sería otro efecto cardioprotector, ya que disminuye la posibilidad de formación de coágulos, los cuales están asociados a la obstrucción de la arteria responsable del infarto.
En el caso particular de algunos tipos de vinos, existe también un efecto cardioprotector añadido por otros componentes diferentes al etanol como los flavonoides, que tienen una gran capacidad antioxidante. Aunque resulta aún controversial afirmarlo, una buena parte de los estudios realizados tienden a privilegiar al vino sobre el resto de otras bebidas alcohólicas en cuanto a sus efectos beneficiosos sobre la salud.
Existe también una cantidad de análisis que le restan veracidad a los estudios que han demostrado los beneficios antes citados, sobre todo debido a la multifactorialidad de causas de la enfermedad cardiovascular, en particular las condiciones de tipo genéticas que predisponen a sufrir o no este tipo de enfermedad.
En el estado actual de las cosas, donde conocemos más de los efectos dañinos del alcohol que de sus efectos beneficiosos, no se puede considerar a las bebidas alcohólicas como productos a vender en farmacias para el consumo general de la población. Por el momento, se prefiere sugerir un consumo moderado de vino tinto
(10 g a 30 g de etanol) a los hombres de más de 40 años y a las mujeres de más de 50. Por debajo de estas edades el alcohol aumenta la mortalidad por otras causas.
También se les recomienda, independientemente de la edad, a personas que ya han tenido un evento cardiovascular o que tienen alto riesgo de sufrirlo debido a que asocian varios factores de riesgo, como hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado y predisposición genética. Debe tomarse en cuenta que este uso moderado de alcohol no sustituye la dieta de tipo mediterráneo y el ejercicio físico. A usted le corresponde tomarlo en su justa medida.