El persistente y hasta ahora descontrolado brote de coronavirus, o Covid-19 como lo denominan lo especialistas, parece que marcará un punto de inflección en la sociedad mundial, y por tanto, en la forma en que hacemos turismo y viajamos, tal y como en su momento lo hicieran los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Antes del 9/11, viajar en avión era más sencillo de lo que es hoy. Existían menos controles en frontera y la lista de artículos que se prohibía llevar en la cabina de los pasajeros se reducía a armas de fuego, explosivos, ciertos alimentos, animales vivos y algún que otro objeto sospechoso.
Las regulaciones que entraron en vigor en el sector de la aeronáutica civil después del 9/11 no solo son extensas y minuciosas, sino que casi dos décadas después, aún se mantienen vigentes. Y lo más importante: son las mismas para todos los países.
Pues bien, creo firmemente en la hipótesis de que después del coronavirus el turismo tendrá una nueva cara, una más seria y desconfiada, con secuelas que, por el momento, no podemos valorar a profundidad porque todavía no sabemos cómo vamos a erradicar la pandemia.
Los viajes en cruceros han sido el sector, quizás, más golpeado por el Covid-19 y las consecuencias para esa industria se pueden vislumbrar. Los contactos entre las personas tardará mucho en recuperarse y tal vez nunca vuelva a ser igual.
¿Puede alguien asegurar que el coronavirus quedará totalmente erradicado? Por ahora no. Pero aún y en el supuesto caso que fuera desterrado por la ciencia y el empeño de la humanidad, ¿alguien puede tener certeza de que no mutará y reaparecerá, o que otra epidemia de otro virus, con proporciones similares, golpee nuevamente al mundo? Eso nadie lo puede asegurar.
De ahí que viajar en crucero, cuando la marea infecciosa baje y retomemos la normalidad de la vida cotidiana, ya no será igual. Habrá más controles sanitarios, antes, durante y después de la travesía, y probablemente, tanto pasajeros como tripulaciones, abandonen hábitos y costumbres que hasta hace unos meses parecían inocuos.
Pero otro tanto pienso que le ocurrirá a la aviación mundial, a la hotelería, a la transportación terrestre, al yatismo recreativo y a todas las actividades vinculadas al turismo. Eso, sin contar, que esta “llamada de atención sanitaria” que ha traído el coronavirus generará cambios en la conducta general de las personas, y esos cambios, las personas, que a fin de cuentas son las que hacen el turismo -tanto como receptores de servicios como proveedores de los mismos- los trasladarán a su forma de viajar por el mundo.
Pero nadie piensa en viajes y turismo en esta hora crítica. Ahora los mayores esfuerzos deben centrarse en la solución del problema y en tratar de evitar, quizás de una vez y por todas, que una vez más seamos azotados por una epidemia a escala planetaria.
No es que vaya a desaparecer el turismo; ni siquiera a involucionar. Pero sí pienso que después del Covid-19, muchas cosas van a cambiar y, muy posiblemente, será para propiciar un disfrute más sano y menos riesgoso.
Por: Jorge Coromina// Caribbean News Digital