Si creciste en República Dominicana, en la capital o en cualquiera de las provincias, o venías de Nueva York a visitar a tu abuela en los años 70 y 80, sin importar la clase social o económica, es muy posible que hayas jugado «la placa» o «la plaquita».
La placa literalmente se jugaba con dos placas de carro viejas usadas como bases, dobladas en forma de «U» para que permanecieran paradas, dos palos de escoba cortados o cualquier pieza de madera que sirviera para batear, una pelota de goma o de tenis y, en algunos sectores de escasos recursos, hasta una cabeza de muñeca rota.
Se requerían cuatro jugadores, dos en cada equipo: dos bateando en posición ofensiva y dos lanzando y «aparando» en posición defensiva. La misión de los bateadores en su turno era batear la pelota lanzada directamente a la placa, y mandarla lejos de los oponentes para correr y anotar la mayor cantidad de carreras sin que los defensivos lograran tirarle a la placa y tumbarlas, para hacer out. Un solo out era requerido para cambiar el rol de bateadores a lanzadores. Recuerdo que ganaba el primer equipo que anotara 21 carreras.
La placa solía jugarse en una calle, siempre y cuando el tráfico lo permitiera; a veces, en solares vacíos o canchas de cemento. El dinamismo del juego era espectacular, pura adrenalina bateando, corriendo, lanzando, atrapando la pelota tanto de aire como rodando en el suelo. ¡No había nada más emocionante que el sonido metálico «¡¡¡placatá!!!» al tumbar la plaquita con un lanzamiento rápido y preciso!
Por lo general, otros jugadores esperaban con ansias que terminara el partido para ellos participar en el próximo juego que comenzaba. Otros curiosos solo miraban, entretenidos con toda la acción. Sin dudas, una de las memorias más divertidas de mi infancia. La felicidad plena, al aire libre, en una época de sana diversión. En aquel entonces, ninguno de nosotros sabía que se trataba de un juego posiblemente derivado del deporte inglés llamado cricket.
Inspirado por este pasatiempo inolvidable de mi cultura dominicana, décadas más tarde decidí enseñarle el divertido juego a mi hijo Kique y a sus amigos en Saratoga Springs, Upstate NY. La reacción de estos jóvenes norteamericanos fue fascinante y, al igual que nosotros en RD, ellos también descubrieron la magia de la plaquita. Por años, al ver la energía y el entusiasmo con que sus amigos querían practicarlo, siempre decíamos: «Un día vamos a producir y compartir este fabuloso juego con el mundo». Así surgió la idea y comenzamos a desarrollar el nuevo concepto.
La adaptación al mercado norteamericano requirió algunos cambios y reinterpretaciones de diseño. En primer lugar, las placas eran muy pequeñas y demandaban de mucha más precisión al lanzar, por lo que limitaban la acción en el juego. Luego de pruebas, decidimos aumentar su tamaño, similar a la anchura de la zona de strike del plato en béisbol. Concluimos que podían ser blancos/objetivos hechos en otro material y forma, para así dinamizar y facilitar la actividad. De igual modo, de esta manera podíamos expandir la diversidad de potenciales jugadores y entusiastas.

Otro factor importante en este proceso fue cómo hacer el juego más seguro. Por último, decidimos usar bates plásticos de muy buena calidad fabricados en Estados Unidos por la famosa marca Louisville Slugger, una réplica de un bate oficial de MLB. Luego de varias pruebas, escogimos una pelota similar a la usada en pickleball, la cual puedes «aparar» con las manos sin guantes. ¿Recuerdan el sonido metálico al tumbar la placa que les mencioné? Pues por eso añadimos cascabeles o Jingle bells, para
poder oír cuando la pelota hiciera contacto con el target. Comprobamos que este efecto le añadía mucha emoción. De ahí surge el nuevo nombre comercial Jingl®, dirigido a los mercados norteamericano e internacional.
Hace tres años comenzamos la producción de Jingl®. Registramos la marca y patentizamos el concepto antes de lanzarlo al mercado estadounidense. Hoy continuamos creciendo y expandiéndonos a otros estados y mercados. Nuestro propósito es introducir Jingl® en el sector hotelero dominicano para proporcionar una nueva experiencia recreativa a los visitantes.

Los dominicanos con gran orgullo somos la segunda potencia del béisbol de Grandes Ligas y, en mi opinión, juegos como la vitilla y la plaquita han sido actividades claves para el desarrollo de las habilidades físicas a temprana edad.
Más información: www.jinglthegame.com • IG: jinglthegame
Rafael A. Holguín
Founder & CEO Jingl the Game, Inc.
rholguin68@gmail.com