Por Adrian R. Morales
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Zemí Miches Punta Cana All-Inclusive Resort, Curio Collection by Hilton, se perfila como una apuesta por la elegancia y la memoria en un tramo todavía poco explorado de República Dominicana. A poco más de cien kilómetros de Punta Cana y 90 minutos por carretera del Aeropuerto Internacional de Punta Cana, el proyecto plantea a Miches como paisaje y destino: playas vírgenes, manglares y una costa que, por ahora, permanece al margen del bullicio del corredor turístico tradicional. El resultado es un resort que busca ensamblar diseño contemporáneo sofisticado, oferta gastronómica y una lectura histórica del lugar sin que lo cultural quede reducido a mero ornamento.
Desde el primer paso en el complejo la presencia del legado taíno se percibe como hilo conductor. Bajo la dirección del estudio de Antonio Segundo Imbert y Adriana Hoyos, la arquitectura y los interiores recurren a tonos tierra, piezas artesanales y una iconografía que pretende situar al huésped en una experiencia interpretativa. «La narrativa taína se integra de forma interdisciplinaria: diseño e iconografía inspirada en símbolos taínos, contenidos interpretativos en piezas informativas y actividades experienciales (talleres, entretenimiento, actividades educativas para niños) y colaboración con artesanos locales», explica Hairo Galindez, gerente de mercadeo de Zemí Miches. La intención, según el ejecutivo, consiste en que la cultura atraviese la estadía y deje huella en la percepción del lugar.
El inventario de alojamiento suma 500 habitaciones, suites y bungalós distribuidos en seis edificaciones con vistas a playa Esmeralda. Una parte de la oferta —119 unidades en planta baja— incorpora piscinas privadas; el segmento premium Club Azure agrega 87 habitaciones y 28 suites con servicios exclusivos y una piscina infinita en la azotea, concebida para la contemplación. Completan la propuesta 20 bungalós frente al mar y el restaurante Jagua, que funciona como punto culminante de la experiencia culinaria junto al océano.


Diseño y gastronomía como relato
La gastronomía aparece como uno de los ejes del proyecto. Con 14 restaurantes y bares, el resort ofrece un mapa de sabores que combina propuestas internacionales y un anclaje en técnicas y productos locales. El chef ejecutivo Frankely Castillo lidera menús que recurren a métodos ancestrales y recetas contemporáneas; Toa, el restaurante insignia, y Yuca, con su cocina a la leña, se plantean como puntos de encuentro entre la tradición dominicana y la cocina de autor. Galindez enfatiza la curaduría y la intención de que cada servicio sea una puerta de entrada a la cultura material del entorno, pues la experiencia gastronómica es también un modo de aproximarse al paisaje y a las prácticas locales.
En paralelo, el Acana Spa & Wellness —más de 1.500 metros cuadrados con 11 salas de tratamiento, saunas y rituales que emplean ingredientes autóctonos como el cacao— refuerza la propuesta de bienestar. El hotel dispone de un gimnasio amplio y espacios para yoga, todo pensado para integrar la relajación con el entorno natural. Para la gerencia, la meta supera el simple reposo: «Buscamos la desconexión con propósito, que el huésped recupere equilibrio, se reconecte con la naturaleza y se lleve una comprensión enriquecida de la cultura local», afirma Galindez.


Acceso y posicionamiento
El hecho de estar emplazado en Miches implica desafíos logísticos que la dirección del resort ha intentado mitigar mediante soluciones prácticas. Se ofrecen traslados puerta a puerta desde Punta Cana, acuerdos con operadores DMC y la posibilidad de incluir transporte en paquetes promocionales, medidas que buscan facilitar la llegada sin restar carácter al destino emergente. La estrategia comercial apunta a posicionar a Miches como alternativa premium frente a polos saturados: alianzas con operadores especializados, press trips orientados a medios de estilos de vida y bienestar, y paquetes experienciales que combinen naturaleza y cultura.
En relación con el impacto local, el equipo de Zemí Miches destaca la colaboración con artesanos y la incorporación de narrativas locales en la oferta experiencial. La apuesta es que el crecimiento se traduzca en oportunidades para la comunidad y en un trato respetuoso del entorno. Más que proclamas institucionales, la propuesta se articula en acciones concretas: talleres, programas culturales y actividades que intentan insertar al visitante en un contexto histórico-natural específico.


Para operadores y prescriptores emerge un reto comercial: transmitir al mercado la noción de un destino que ofrece rareza —playas sin multitudes, experiencias de bienestar inspiradas en tradiciones locales— sin convertir esa promesa en un eslogan vacío. Zemí Miches presenta, de partida, un planteamiento coherente, desde el diseño con intención y una oferta de servicios amplia hasta una estrategia de acceso que reduce la fricción geográfica. Si la apuesta tiene éxito, este resort puede convertirse en una carta relevante para la estrategia del país de diversificar su oferta turística y atraer a segmentos dispuestos a pagar por exclusividad y autenticidad.
En la experiencia que propone Zemí Miches, el huésped encuentra tanto la comodidad de un producto de alta gama como la invitación a internarse en una narrativa cultural. El valor del proyecto reside en esa tensión: un resort que desea ser a la vez refugio y punto de encuentro con la historia del lugar, con la naturaleza como telón y la hospitalidad como mediadora.





 
             
	
