Desde que llegó a Santo Domingo en 1979, Thiago da Cunha no ha dejado de debatirse entre el portugués que lleva dentro y el dominicano que con gusto asumióA él parece no disgustarle la tenencia de dos culturas.
Al contrario, lo considera un privilegio y una enriquecedora ventaja. Su entrada al mundo de la fotografía no fue premeditada. “El interés surgió cuando vivía en Lima, Perú. Mi padre le regaló una cámara fotográfica a mi hermano mayor. Cuando él se fue a estudiar fuera, me quedé con ella. Ahí empezó todo”, cuenta el artista del lente a Bohío Internacional. Cuestión de estilo En ciertas ocasiones, al detenernos en una fotografía, es posible determinar su autor. ¿Cómo es en el caso de la obra de Thiago? ¿Hay forma de saber si estamos frente a una instantánea suya? La respuesta no se hace esperar.
“Quienes siguen mi trabajo suelen decírmelo. Para ser sincero, sí existe diferencia entre mis imágenes y las de otros. Muchos usan y abusan de los retoques, convierten la imagen en algo irreal. Las personas, para estos fotógrafos, ya no tienen arrugas, ni poros, ni ojeras… Son fotos sin carácter. Tampoco me gusta insertar arcoiris ni poner a nadie a volar”. Si de técnicas se trata, ahora está entregado al HDR (High Dynamic Range), “pero no se puede aplicar a todo.
También he jugado con el efecto Dragan”, señala. Su significado de fotografía es muy claro: “es como escribir con luz, es el arte de escribir con la luz”, recalca, cuando indago qué requisitos se necesita para ser fotógrafo. El tan manido punto de si un buen fotógrafo se hace o se nace tiene en Thiago una respuesta particular. “Todo en la vida requiere de práctica para que los resultados sean positivos y consistentes. Pocos nacen artistas, a esos los considero genios.
Y los genios en el arte son implacables. No son los que no cometen errores, sino los que cometen menos errores”. ¿Cómo definir una buena fotografía? Tiene algo de historia, debe contar algo, afirma nuestro entrevistado. “En definitiva, como toda imagen u obra de arte, está en el espectador decidir si es buena o no”, añade. ¿Y la revolución de las cámaras digitales? ¿Qué cree Thiago de la repercusión del avance tecnológico en el arte fotográfico? “Al principio era un tema de discusión con mis amigos colegas. Para nosotros fue una traición. Pero, obviamente, no se puede detener el desarrollo”.
Ahora que entiende todo, abraza esta tecnología “con los dos brazos, le miro el lado bueno”. No es para menos, tiene más control de su trabajo, el ‘revelado’ lo hace en su oficina y el ‘copiado’ lo envía por internet. Sus clientes del otro lado del mundo sólo tardan minutos en recibir sus imágenes. “Lo negativo no es la tecnología, sino los usos que le dan quienes abusan de ella”, aclara.
Un inventario fotográfico para educar República Dominicana siempre ha enamorado a los artistas del lente. Muchos la consideran musa de inspiración, y hay quienes prefieren colgar en sus paredes fotografías en vez de cuadros.
Bohío Internacional supo que Thiago da Cunha anduvo las 32 provincias del país, cámara en mano, y dejó constancia gráfica de los principales puntos de cada una. “Es un trabajo para una empresa local. Fotografié iglesias, parques, monumentos, ríos, balnearios, saltos, ruinas…, lo tengo todo inventariado”, explica con un tono que encierra cierto misterio. “Es parte de un proyecto cuyo fin es educar.
No puedo dar aún datos específicos, pero sí te adelanto que son muchas las posibilidades de estas imágenes”. ¿Se puede afirmar que habrá un antes y un después de este proyecto desde el punto de vista turístico? “Creo que esa idea sería exagerar un poco. Otros fotógrafos lo han hecho antes que yo. Lo único diferente de mi trabajo es que soy el más reciente en hacerlo. Por lo tanto, está más actualizado. Ahora existen más monumentos, la vegetación ha cambiado, las iglesias han sido restauradas, las playas están más limpias. En fin, es un inventario modelo 2009”. Tiempo libre y portugués Cuando no está ocupado en la fotografía, Thiago se dedica a leer biografías y autobiografías.
Son su género favorito. O se interesa por la Fórmula 1, el deporte que más le llama la atención. ¿Que cómo lleva el portugués que no ha dejado de ser? “Desde que nacieron, mis hijas hablan portugués. Nunca he dejado de hablarles en mi lengua materna. Pero como también hablo otros tres idiomas, a veces en casa se arman líos de palabras muy chistosos”. Y ya que está hablando de gustos y aficiones, termina la entrevista con otra confesión: “soy loco con el bacalao y un buen vino”.