Hay dos temas que no abandonan por mucho tiempo las primeras planas de los periódicos ni la mente de nuestros ciudadanos: la energía eléctrica, por su escasez y precio, y la basura por su abundancia. Ambos tópicos pudieran tener una solución común, es decir, utilizar una para generar otra, como veremos en esta entrega.
Desechos sólidos y su tratamiento
Un nombre más bonito pero no menos oloroso para la basura es desechos sólidos, definido como todo residuo de forma o estado sólido que genera el ser humano en su vida cotidiana. Constituyen el mayor porcentaje de los desechos generados por las personas, ya que la mayoría de lo consumido se convierte en ese tipo de residuos; también son los que más espacio ocupan y más tiempo duran por no ser asimilables, por lo menos fácilmente, por la naturaleza, lo cual aumenta su potencial contaminante de acuerdo con el tipo de desecho.
Los métodos de tratamiento más frecuentes son: incineración, metanización, reciclaje y compostaje (aceleración de la descomposición de materia orgánica procedente de la actividad agrícola para su aprovechamiento como fertilizante). Con los dos primeros es posible producir energía a partir de estos desechos, y en ellos nos fijaremos con más detalle.
Incineración
La incineración de desechos sólidos orgánicos, amén de las ventajas de que reduce la masa de los desechos de un 80% a 85% y su volumen en más de un 95%, es el método ideal para la generación de energía eléctrica. Para referencia, en Dinamarca, que comenzó en los 90 del siglo pasado a aprovechar la energía generada a partir de incineración de residuos sólidos –aunque desde 1900 utiliza técnicas de manejo de esos residuos–, durante 2011 este método generó el 5% del suministro eléctrico y el 20% del de calefacción a partir de la incineración de 3,6 millones de toneladas de residuos generados por hogares e industrias. Para incinerar los desechos con seguridad, las normas exigen que se alcance la temperatura de 850 °C durante dos segundos para garantizar la destrucción de sustancias tóxicas en los desechos.
Los gases de escape generados de este proceso pasan luego a supercalentadores donde se convierten en vapor que, luego de alcanzar la temperatura de 400 °C y una presión de 40 bars, se utiliza para generar electricidad en una turbina. Un inconveniente de este método es que si no se implementan controles estrictos puede convertirse en fuente de polución por gases tóxicos, la ceniza generada puede contener metales pesados y mal olor.
Metanización
La metanización es el proceso de fermentación de los componentes orgánicos de los residuos sólidos. La fermentación se lleva a cabo por bacterias que se desarrollan en ambientes anaeróbicos o carentes de oxígeno. Uno de los productos de este proceso es el metano, exactamente biogás, que en nuestro caso es el que nos interesa para la generación de energía limpia. Este proceso, que sucede de forma natural en lugares como pantanos y rellenos sanitarios, puede llevarse a cabo de manera controlada en aparatos llamados biodigestores.
Las aplicaciones de este combustible son bien interesantes pues puede ser generado y utilizado directamente por los ciudadanos a través del uso de equipos digestores domésticos que suplen energía para iluminación y gas para cocinar, ideal para países con alto porcentaje de población rural, como el nuestro, y como China, que utiliza este método desde hace más de 40 años.
Otro uso para el biogás, luego de convertirse en biometano tras remover el sulfuro de hidrógeno y el dióxido de carbono, ambos contaminantes, es en forma de combustible de vehículos adaptados para ello, como se utiliza de forma extensa en Suecia, donde el 60% del gas para vehículos es biometano.
Ya lo hacemos…, hagámoslo más
En República Dominicana se generan ya, según cifras gubernamentales de 2015 (https://www.cne.gob.do/noticia/republica-dominicana-impulsa-el-desarrollo-de-la-bioenergia/), 785 kW a partir de grandes digestores que aprovechan desechos orgánicos generados por granjas avícolas, porcinas y vacunas, lo mismo que otras empresas del ramo industrial.
Nos gustaría ver que ese uso se democratizara con la instalación de pequeños digestores para que los ciudadanos de a pie, especialmente en aéreas rurales, reciban este beneficio en sus bolsillos por ahorro en sus factura de energía eléctrica y en gas de cocina, y en sitios donde todavía no hay cableado eléctrico. Además, les haríamos un gran servicio a nuestros bosques al evitar que se conviertan en carbón. Esperemos que, como se anunció recientemente, el proyecto “Dominicana limpia”, para el manejo de desechos, tenga en cuenta también a estos dominicanos.
Milton Fernández
Ing. de Sistemas
de Información