La actual vida laboral de Eduardo Reple se parece poco a lo que era en 1973 cuando comenzó como recepcionista en un hotel de su natural Sao Paulo. A partir de ahí escaló posiciones hasta llegar a ser el gerente general del Hotel Renaissance Jaragua Hotel & Casino en Santo Domingo.
En 1996 visitó por primera vez República Dominicana. En aquel entonces residía en San Juan, Puerto Rico. De ese viaje recuerda el impacto que le causó el Acuario Nacional. “Fue algo sorprendente. Luego, en 2005, cuando vine a establecerme aquí, volví al Acuario, pero quedé decepcionado. Creo que la mitad de los peces estaban enfermos, y las áreas muy descuidadas”, expresa Reple, quien también es presidente de la Asociación de Hoteles de Santo Domingo (AHSD). Desde esa posición exhorta a actuar a las instituciones responsables de mantener los patrimonios culturales, museos y sitios históricos. “Hay que trabajar en restablecer las estructuras, embellecerlas y hacerlas increíbles para el turista. No hay mejor publicidad que la que va de boca en boca”, considera el ejecutivo.
Bohío: ¿Cómo fue el proceso de ir escalando posiciones en la industria hotelera? ¿Sabía que llegaría tan lejos?
Eduardo Reple: No fue un proceso traumático, más bien fue intuitivo. Mi sueño era ser arquitecto. De hecho, estudié arquitectura y diseño industrial pero en la vida uno tiene que hacer elecciones, y cuando volví de Estados Unidos, de un programa de pasantías, mi papá me dijo que tenía que conseguir un empleo donde mantuviera el inglés y comencé a trabajar en un hotel que recién inauguraban en Sao Paulo. De ahí en adelante me empezó a apasionar ese mundo. Cuando se tiene la actitud positiva y el deseo de descubrir, no te preocupas si tienes que trabajar diez o quince horas al día, fines de semana o feriados. Así fui progresando dentro de la organización. En realidad no sabía que llegaría tan lejos, no tenía en perspectiva seguir en la hotelería. Pero me contaminé con ese bichito del turismo, y según he visto no tiene cura. Después que estas dentro, no hay vuelta atrás. Me fascina que todos los días sean diferentes, con retos diferentes. La pasión por servir y satisfacer al cliente es algo que no se puede explicar con palabras.
B: ¿Dónde quedaron los sueños del arquitecto?
ER: Se quedaron en mi subconsciente. Me gusta dibujarlo todo. Hice el proyecto de mi casa y el arquitecto me dijo que así era más fácil para él, pues yo ya sabía lo que quería y cómo lo quería. Hasta me dijo que me cobraría la mitad porque ya le había ahorrado la parte de la creatividad. Esos estudios me han sido muy útiles en esta industria. Si de repente hay que remodelar cierta área del hotel, con esos conocimientos es más fácil, tienes una idea más clara del concepto y el espacio. Cuando hablas con un diseñador de interiores, lo haces de igual a igual.
B: Luego de varias transformaciones y reformas a través de los años, ¿en qué punto se encuentra hoy el Renaissance Jaragua? ¿Qué lo hace distinto de otros hoteles?
ER: El Jaragua siempre ha sido un ícono de la hotelería en República Dominicana. Ahora estamos trabajando en el entrenamiento de nuestro personal para poder actuar y rendir de la manera que la compañía espera de nosotros. En la parte física estamos a la espera de la fecha para iniciar una renovación en algunas áreas. Buscamos ser diferentes de los demás hoteles de la ciudad, queremos ofrecer momentos únicos e inolvidables a nuestros clientes. La experiencia gastronómica tiene que ser diferente. Ofrecemos una comida innovadora, que tenga fusiones, un menú que el cliente siempre lo encuentre distinto. Horneamos los panes en nuestra propia panadería. Cada 20 minutos se hornea una bandeja y mi chef pastelera se pasea por el salón con una canasta de panes calientes, crujientes… De esta manera vamos creando en los clientes una expectativa. El éxito está en los detalles, no importa si se trata de un evento masivo de dos mil personas o de tan solo cinco clientes. Hay maneras de conquistarlos a todos.
B: ¿Hacia dónde cree que deben dirigirse los esfuerzos para que Santo Domingo como destino turístico adquiera mayor notoriedad, en especial después de presentarse la Marca Ciudad?
ER: La ciudad está creciendo a una velocidad que todavía no asimilamos. Cinco años atrás no se hacían en la calles tantos tapones como ahora. Las leyes del tránsito se violan con mucha facilidad. Lo primero que necesitamos, y eso es parte de mi compromiso como presidente de la AHSD, es seguir con la misión que teníamos cuando Roberto Henríquez estaba al frente y yo era el vicepresidente. Nos habíamos propuesto convertir a Santo Domingo en destino turístico. Pero para hacerlo se necesita una infraestructura adecuada, que el turista que cruce por el malecón no se expuesto a ser atropellado por una patana, aplacar la inseguridad, la falta de iluminación y de limpieza. No es posible que tengamos que convivir con los ratones. El hecho no es botar la basura; el término correcto sería transferirla hacia el punto donde va a ser reciclada. Necesitamos desarrollar el nivel de conciencia de la población, la responsabilidad ciudadana.
B: ¿Cómo ha evolucionado la capital en los últimos años desde el punto de vista de ofertas?
ER: Santo Domingo tiene mucho que ofrecer. Ahora hay más opciones, más tiendas y plazas comerciales, restaurantes de calidad… Se dan las condiciones para que el viajero disfrute del sol y la playa y a la vez acumule experiencias urbanas y conozca al dominicano en otra vertiente. Hay un compromiso muy grande por parte del Ministerio de Turismo para lograr grandes cosas. El ministro Francisco Javier García es una persona muy dinámica, un visionario. Además de ayudarnos con la Zona Colonial, aboga por lograr que se concrete el proyecto del centro de convenciones. De esta forma se capitalizarían eventos que hoy tienen que ser celebrados en Puerto Rico, Miami y Orlando. Los dividendos del turismo de incentivos y congresos irían a todos los sectores: aerolíneas, taxis, hoteles, tiendas, bares, restaurantes… Y beneficiaría al gobierno en el cobro de impuestos. Sería una situación de ganar-ganar.
B: ¿Cómo es usted como turista? ¿Observador, exigente?
ER: Como hotelero estoy siempre observando. Más bien me considero un turista flexible. Me adapto muy fácilmente y entiendo las culturas. No es la misma experiencia en España, China o Estados Unidos. Pero lo que sí me gusta es sacar ideas que pueda poner a funcionar en mi hotel.