Durante 40 años El Catador no solo ha puesto los mejores vinos a disposición del dominicano, también le ha llevado conocimiento y lo ha conducido a exhibir una mayor cultura enológica. Para Giuseppe Bonarelli Schiffino, vicepresidente ejecutivo de la empresa distribuidora de vino, estas cuatro décadas significan la satisfacción del deber cumplido.

“Esa misma educación enológica es lo que estamos tratando de promover, desde que mi padre puso el primer grano de arena, es algo que va más allá de la compra de una botella. Nos enorgullece constatar que los colaboradores de El Catador también poseen esa cultura. Y nos complace arribar a esta celebración con el reconocimiento a nuestra pasión y a nuestro buen servicio”, expresa el ejecutivo, quien, junto a su hermano Piero, se incorporó a la empresa familiar en la primera mitad de los años 90.

Tu padre, don Pepino Bonarelli, luchó “contra viento y marea” para educar el paladar de los dominicanos. Incluso, en un inicio, él mismo repartía las botellas a comercios y supermercados. ¿Qué admiras más de él? ¿Cuál crees que ha sido su mayor legado?

El no tenerle miedo al trabajo, tener la disciplina y constancia de seguir hacia delante. 

A pesar de cumplir 40 años, ustedes se han mantenido siempre innovando. Fueron los primeros en traer vinos chilenos a finales de los 70, y reconocidos vinos españoles de La Rioja y Ribera del Duero. ¿Cuál es el criterio actual para que El Catador decida traer un vino al país?

El comportamiento del consumidor es clave, cada día todos tenemos acceso a la misma información y estamos en la búsqueda de probar algo nuevo y no necesariamente llevarnos de las tradiciones. Esto nos conduce a un estudio constante de saber qué productos de calidad existen para un mercado exigente.

Entre las innovaciones también está el almacén climatizado, que se traduce en mayor calidad y diferenciación…

Un vino se mantiene bien cuidado en la misma medida que un ser humano se siente cómodo en determinadas condiciones ambientales. Por eso todos nuestros vinos están guardados con excelente climatización y óptimas condiciones de humedad e iluminación.

Eventos emblemáticos como “La gran cata” y “Cata y tapas” revelan por qué El Catador está donde está, y le permite al cliente realizar un recorrido por todas las regiones vitivinícolas a través de sus vinos y sus uvas. ¿Cómo surgen estas iniciativas que en cada edición parecen superarse?

Surgen como una manera de poder seguir en la constante educación de los consumidores para que conozcan y vean quiénes están detrás de cada vino, algo de lo que no siempre te percatas al momento de adquirir la botella en la tienda. Queríamos crear un evento donde todos los placeres de la enología estuvieran en un mismo sitio: gastronomía, camaradería y sobre todo buen ambiente. Es la oportunidad de conocer a los creadores de estas importantes bodegas y que ellos conozcan el potencial del mercado dominicano.

¿Qué estaremos escuchando de El Catador en 2017?

Nos hemos caracterizado por seguir innovando y hacer cosas que no siempre están en los libros de texto, pero siempre bajo una meta clara y firme, continuar educando y brindando el mejor servicio y los mejores vinos del mundo.

¿Cuánto ha cambiado el mercado del vino en las últimas dos décadas en nuestro país? 

El mercado ha crecido en un promedio anual de 6%, por lo que podemos decir que cada 10 años el mercado se duplica en volumen.

¿Cómo se compara República Dominicana con otros países de la región en cuanto a cultura enológica? 

Mucho más diverso y variado en cuanto a la demanda y oferta de tipología de productos. La conectividad como destino turístico nos ha ayudado mucho en esto.

El Catador no solo trae los mejores vinos al país, también lleva al cliente al lugar donde se producen. ¿Qué experiencias dejan los “tours enológicos” a importantes bodegas del mundo?

Una experiencia gratificante, pero sobre todo educadora. Los paisajes son increíbles y las infraestructuras también. Cada viñedo tiene su estilo propio, pero lo más importante es lo mucho que aprendes cuando estás en cada bodega. Te explican cosas que muchas veces no te preguntabas, como el porqué de un sabor particular, y descubres que se trata de un proceso que toma meses e infinitas horas de trabajo. Luego de un tour enológico entiendes el valor de un buen vino, no por su precio sino por el cuidado en cada detalle para que esa cosecha pueda estar hoy sobre tu mesa.