Por Alex Yaryura

Viendo el tráiler de la última película de Mark Wahlberg, Arthur the King, filmada por completo en nuestro país, me llamó poderosamente la atención una escena que transcurre en la calle El Conde de la majestuosa Ciudad Colonial. El guion se situaba en nuestra ciudad, no en otra, como solía suceder, y proyectaba la belleza de la Primada de América para todo un mundo que aún no nos conoce.

Ahí está la gran oportunidad mercadológica en todo esto: el cine es una excelente carta de presentación para una ciudad y un país, nos plasma de una manera glamurosa y, en muchos casos, los espectadores graban en sus memorias escenas memorables que tienen de fondo nuestros preciados ambientes y monumentos. 

Ciudades cosmopolitas como Roma, Niza y Hong Kong se dieron a conocer a un público sin posibilidades de «turisteo» por medio de Roman Holiday (1953), To Catch a Thief (1955) y Enter the Dragon (1973), respectivamente. Y es que no hay forma más efectiva de mercadear una ciudad exótica que mediante una gran aventura cinematográfica, sobre todo cuando utiliza la locación en cuestión como un personaje más.

También podemos mencionar los casos de Rocky (1976), Sleepless in Seattle (1993), The Beach (2000) y Lost in Translation (2003), megaéxitos que nos introdujeron a Filadelfia, Seattle, Tokio y Bangkok, maravillosas ciudades que no necesariamente están en el radar cotidiano. 

Con Rocky, Sylvester Stallone puso a Filadelfia en el mapa internacional, y en el caso de Seattle las ganancias en turismo por Sleepless fueron tan gigantescas que treinta años después de su estreno sigue contribuyendo a la economía de la ciudad con un estimado de 5 mil millones de dólares al año debido a recorridos y mercadería alegóricos a ese largometraje. Así de seductor es el poder que representa el mercadeo de una ciudad vía Hollywood. 

Esfuerzos locales 

Los esfuerzos por establecer a República Dominicana como una meca regional de producción fílmica han sido tanto titánicos como loables. Relativamente en poco tiempo ya es normal ver las calles de Santo Domingo cerradas por una filmación y toparnos con megaestrellas de cine en nuestros restaurantes, plazas y hoteles. La Dirección General de Cine (DGCINE), a cargo de Marianna Vargas Gurilieva, ha garantizado la continuidad del trabajo pasado y lo ha acrecentado con el impulso de las producciones locales en festivales internacionales.

Esa delegación de DGCINE en Cannes, Berlín, Sundance o San Sebastián motiva a estudios y productores a venir a RD y aprovechar de una manera extremadamente costo efectiva no solo el talento detrás y frente a cámaras, sino que por igual las múltiples puestas en escena que el país ofrece como locación: variados tipos de clima y geografía que nos permiten «ser» desde el desierto del Sahara, la «rain jungle» de Vietnam hasta los bosques fríos de Europa.  

Las filmaciones pueden ocurrir en la playa, pero igual en una moderna ciudad o una de mediados del siglo pasado o, ¿por qué no?, puede ser una historia de la conquista del siglo XVI… Todo esto es posible en República Dominicana y sin dejar de mencionar que es posible filmar en uno de los tantos barrios marginados que tenemos, como un reflejo de la realidad mundial de la difícil vida de muchos que viven en esas favelas. Un ejemplo, lo sucedido con Miami Vice (2006) de Michael Mann, en la que se recreó Haití en los barrios locales. 

La Habana en Santo Domingo

En el pasado el interés de venir a filmar en República Dominicana de parte de directores, productores y cinematógrafos era en especial para replicar La Habana de la Cuba de antaño, antes de la subida de Fidel Castro al poder. Y no es para menos, nuestras ciudades se parecían mucho; lo digo en pasado, ya que, como sabemos, Santo Domingo es una metrópoli pujante, mientras que La Habana se ha mantenido como una especie de cápsula de tiempo, atrapada todavía en los cincuenta y los sesenta. 

La producción más famosa que se ha filmado en nuestro país con esos fines fue la segunda parte del «Padrino» de 1974, dirigida por Francis Ford Coppola, quien utilizó rincones y calles de la Zona Colonial, la glorieta del antiguo Parque Independencia, el Hospital Padre Billini, el Hotel Embajador y el Palacio Nacional, que se convirtió en la casa de Gobierno donde se filmó una de las escenas más famosas de la historia del cine, entre Michael Corleone y su hermano Fredo. 

Al igual que The Godfather Part II (1974), hemos sido La Habana/Cuba en Havana (1990) de Robert Redford, The Lost City (2005) de Andy García, y en The Good Shepherd (2006) de Robert DeNiro, solo por mencionar algunas.