El Museo de La Altagracia, actualmente en su fase final de construcción, exhibirá la historia del culto a la advocación mariana en República Dominicana y será un motivo más para atraer visitantes hacia el destino número uno del Caribe.
Con él se pretende preservar y transmitir parte de la rica herencia religiosa y cultural del país. Sus seis salas de exposiciones permanentes son un paso más en el desarrollo de la museografía nacional. Ubicado en los jardines de la Basílica de Higüey, el museo presentará objetos de arte religioso y popular que relatan un interesante capítulo de la historia dominicana. La Comisión de Seguimiento a los Trabajos de Remozamiento y Mantenimiento de la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia –creada por decreto presidencial–, la integran el obispo de la diócesis Nicanor Peña, los ministros de la Presidencia y de Obras Públicas, Ramón Menéndez (Central Romana), Alejandro E. Grullón E. (Grupo Popular), y el arzobispo Ramón de la Rosa y Carpio, como asesor. De acuerdo con monseñor Peña, la devoción mariana es un importante componente de la cultura y la espiritualidad en América Latina. “En el caso dominicano, se venera bajo dos advocaciones, las Mercedes y la Altagracia, pero esta última es la de mayor devoción y la más visitada por dominicanos y extranjeros”. Para Grullón, este será un lugar de interés espiritual y cultural que contribuirá a conocer la historia de la Altagracia, y fortalecerá la oferta turística de la comunidad, que tiene en el turismo su principal actividad económica. El arquitecto Pedro Borrell tuvo a su cargo el diseño del edificio que alojará el museo, la investigación de arte y museología están a cargo del profesor argentino Sergio Barbieri y la museografía es responsabilidad de los españoles Carlos León y Jorge Ruiz. La primera sala estará dedicada a la historia de la virgen a partir de los acontecimientos más destacados desde 1506, fecha en que se ubica la llegada del lienzo a la isla, procedente de Extremadura, España. La segunda será la Sala de los Medallones, que exhibirá 16 pinturas ovaladas del siglo XVIII realizadas por Diego José Hilaris para narrar los prodigios de la Virgen de la Altagracia. El tercer recinto estará dedicado al arte sacro, con pinturas del siglo XVIII y piezas de carácter religioso. La Sala del Tesoro mostrará el importante patrimonio de la Basílica, integrado por más de 60 piezas de platería de los siglos XVII al XX. El quinto salón será la Sala de los Exvotos, que agrupará una selección representativa de los miles de objetos de oro, plata, aluminio, madera y cera, además de pinturas, elaborados por los “artesanos de la fe”, llevados como ofrenda por devotos de la Altagracia. La última es la Sala de las Basílicas, que develará la historia del santuario colonial que data de 1572 –donde estuvo expuesta originalmente la imagen de la Altagracia–, y de la basílica actual inaugurada en 1971. El museo también contará con un área para exposiciones temporales y un salón para actividades. La devoción a la Virgen de la Altagracia en República Dominicana se remonta al Siglo XVI. La primera noticia sobre esta veneración la ofreció el canónigo Luis Gerónimo de Alcócer en un reporte del año 1650, en el cual informaba que la imagen venerada fue traída desde Extremadura por los hermanos Alonso y Antonio Trejo, nativos de Placencia, quienes llegaron al país en 1506 y figuran entre los primeros pobladores de la isla. La fiesta de la Altagracia se celebra el 21 de enero, fecha en que los locales derrotaron las tropas francesas en la batalla de la Sabana Real, o de la Limonade. Los nativos y residentes de la comarca de Higüey, que se distinguieron en el combate, acudieron a dar las gracias a la virgen por haberlos protegido y permitido la victoria. Era el año 1691.