Praga, una de las ciudades más importantes de Europa es, sin duda alguna, uno de los más hermosos destinos del Viejo Continente.
La capital de la República Checa y de la región de Bohemia cuenta con unos dos millones de habitantes, que junto a su extraordinaria belleza y su gran patrimonio histórico, la han convertido en una de las 20 ciudades más visitadas del mundo.
A lo largo de la historia, la exótica metrópolis ha sido testigo de innumerables batallas e invasiones, así como objeto de fuertes bombardeos durante la segunda guerra mundial, cuando fue ocupada por Hitler y luego liberada por el ejército soviético.
Después de dos décadas de movimientos de oposición al socialismo, se decidió pacíficamente la división de Checoslovaquia, lo que convirtió a Praga en capital de la República Checa y de ahí en adelante en uno de los más anhelados destinos turísticos. Erigida a ambos márgenes del río Moldava, las dos partes de la ciudad están unidas por el famoso Puente de Carlos IV, construido en el siglo XIV, el más antiguo de la capital y uno de sus principales atractivos turísticos. Sus 516 metros nos ofrecen un agradable paseo entre artistas callejeros y vendedores ambulantes que se mezclan con las 30 estatuas de estilo barroco situadas estéticamente a ambos lados de la vía.
En la parte alta de la ciudad, y como fiel guardián de su tesoro, se levanta el Castillo de Praga, considerado como la mayor fortaleza medieval del mundo. Esta impresionante obra arquitectónica es un ferviente testigo del pasado histórico de la capital y alberga importantes monumentos y museos. En él podemos apreciar la Catedral de San Vito, el convento y Basílica de San Jorge, el antiguo Palacio Real, el Callejón del Oro y galerías de arte. La vista del castillo desde la orilla opuesta del río es una de las más emblemáticas imágenes de Praga.
Una de las bondades de la ciudad museo, como muchos la llaman, es su facilidad para recorrerla a pie, debido a la concentración de su casco histórico, nombrado Patrimonio de la Humanidad en 1992. Al caminar por las callejuelas de la Ciudad Vieja, experimentamos la sensación de transitar por el pasado pero con las bondades del presente, que se hacen visibles en cafés, restaurantes y teatros diseminados por la zona. Como un oasis dentro de la antigua metrópolis se esconde la “Plaza de la ciudad vieja”, que a pesar de estar atestada de turistas, es el lugar ideal para descansar de las angostas calles de la ciudad, mientras disfrutamos de una buena cerveza. En la plaza se encuentra el Campanario del Ayuntamiento –con su famoso reloj astronómico que ofrece su espectáculo a cada hora–, la iglesia de Tyn, de estilo gótico, y el monumento de Juan Hus. Praga es uno de los centros culturales más importantes de Europa.
Al recuperar sus tradiciones, luego de la caída del sistema socialista, se han vuelto a celebrar incontables eventos culturales y artísticos, como festivales de música, cine, ópera y teatro, aptos para todo tipo de visitantes. “El teatro negro de Praga” es uno de los más conocidos en el mundo y debiera ser una parada obligada durante nuestra visita. Estos atractivos, sumados a la incorporación del país a la Unión Europea –lo cual nos permite la visita con el visado Schengen– y a la adopción, en unos años, del euro como moneda oficial, han convertido a Praga en una de las seis ciudades más visitadas de Europa. Aunque parezca un destino caro y lejano, es una ciudad asequible para cualquier visitante que se encuentre en el Viejo Continente.