En el mundo que nos rodea todo es energía, desde los edificios, los muebles y la ropa que nos ponemos hasta las plantas y los animales. Nosotros mismos estamos hechos de energía, y el aire a nuestro alrededor está impregnado de ella.
El nivel de vibración es una de las principales diferencias entre un objeto y otro. Los átomos que componen cada elemento en nuestro entorno vibran a una determinada frecuencia y cuanto más rápido vibran, más sutil es su composición. En la naturaleza aquello que podemos sentir y tocar es lo que consideramos “material”, por eso nos cuesta mucho más ser conscientes de la energía que vibra a niveles más altos, lo cual no quiere decir que no exista o no sea real.
Cada día nos reequilibramos sin darnos cuenta con la energía de alta vibración que nos rodea. No importa si somos seres “materiales”, la energía sutil en nuestro interior nos permite ejecutar las funciones vitales básicas, fisiológicas, mentales y emocionales. Nuestro cuerpo contiene esa energía vital y la gestiona en función de las necesidades del momento.
Reiki, una práctica milenaria
El término japonés reiki se compone de dos vocablos: Rei (universal) y Ki (energía). Por tanto, podemos entender este concepto como la “energía vital universal”. Esta sencilla oportunidad de salud y bienestar, a la que todos tenemos acceso, permite sanar de forma natural los diferentes niveles del ser a través de la recepción de la energía universal.
La Organización Mundial de Salud (OMS) considera al reiki como una terapia complementaria. En Estados Unidos y Gran Bretaña ya se utiliza en más de mil centros hospitalarios y está incluido en el Sistema Público de Salud. En el estado de Nueva York hasta los servicios de emergencia están formados para darlo. Cada vez son más países e instituciones que deciden incorporar esta práctica por los beneficios que aporta.
Como sistema de canalización de energía, realiza una función esencial en nuestra vida, nos provee crecimiento y mejora personal, y reequilibra esa energía sutil y vital que nuestro organismo precisa para funcionar, gestionar las emociones, pensar, trabajar y llevar a cabo las funciones fisiológicas básicas.
Con más de 3.000 años de antigüedad, esta práctica cayó casi en el olvido. Fue Mikao Usui, monje y catedrático japonés –considerado el primer maestro de reiki–, quien se encargó de rescatarla en 1920. En 1938 uno de sus discípulos, Chujiro Hayashi, inició a la norteamericana Hawayo Takata, quien importó a Occidente el método de sanación oriental. De esta manera comienza a formar parte de las rutinas de médicos y enfermeros en el cuidado de sus pacientes como complemento de los tratamientos convencionales.
Beneficios
Para una sesión de reiki el ambiente debe ser tranquilo y relajado. El paciente se acuesta en una camilla mientras el maestro posa sus manos en distintas zonas de su cuerpo. Existen 12 posiciones de manos, se empieza por la nuca y se termina con las plantas de los pies, para ir reequilibrando todos los centros de energía o “chakras”. Es normal que el paciente cierre los ojos, ya que entra en una profunda relajación. Inmediatamente después del tratamiento, es aconsejable beber abundante agua y estar atentos a los cambios que sucedan en el organismo.
El reiki se emplea para sanar una interminable lista de enfermedades, tanto físicas como emocionales. Su práctica habitual puede aliviar e incluso sanar dolores crónicos como el reuma, la artritis o la migraña. Está comprobado que puede acelerar la recuperación de lesiones óseas y musculares y ayudar al cuerpo a combatir infecciones o atenuar el estrés, la ansiedad y la depresión. Incluso en hospitales y consultas privadas muchos pacientes de cáncer reciben sesiones de reiki, como una forma de mantener la fortaleza física necesaria para soportar los tratamientos de quimioterapia.
Cuando la energía se bloquea, por equis circunstancia, se producen malestares, dolencias, enfermedades. La imposición de las manos en la zona del padecimiento, donde la energía ha quedado trancada, permite disolver esa especie de nudo que impide que fluya. Así se restablece el equilibrio. Es una poderosa herramienta al alcance de cualquiera. Todo el mundo puede iniciarse, no se precisa de nada especial para ello.
El curso para recibir el Nivel I de reiki puede completarse en un día e incluye un rito de iniciación para “abrir el canal” mediante el cual te conviertes en transmisor de energía y se imparten nociones básicas sobre la técnica de imposición de manos. Con el diploma que recibes y todo lo aprendido puedes comenzar a dar sesiones y energizar personas, animales, medicamentos, cristales, piedras…, e incluso a ti mismo. Completado el cuarto nivel, que es la maestría, ya puedes tener discípulos e iniciar a otros.
Nina Raymondo Berrutti
Maestra de Reiki, naturópata• Directora de Sinergia Maldonado