Abelardo Melgen Acra  
CEO / Socio Fundador
HMS Group
Presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Samaná (AHETSA)

El desarrollo turístico de Samaná ha sido un proceso orgánico, aunque carente de una estructura formal. Este carácter orgánico se remonta a sus orígenes, con los primeros asentamientos de colonos franceses que imprimieron su cultura y dejaron una huella profunda en la identidad local. Con el tiempo, más personas se establecieron en este rincón del noreste dominicano, y los turistas comenzaron a sentirse atraídos por su autenticidad y belleza natural.

Sin embargo, la falta de continuidad de un plan de desarrollo provincial ha impedido que Samaná crezca con coherencia. Lejos de ser una debilidad, esta falta de estructuración representa una oportunidad invaluable. El territorio aún conserva un bajo nivel de desarrollo relativo a su tamaño, lo que permite implementar políticas y estrategias que conserven su esencia caribeña, su carácter de pueblo costero y su autenticidad cultural. Su topografía única —con montañas, playas y cocoteros— favorece de manera natural un modelo de turismo de baja densidad, enfocado en la experiencia y el lujo. Samaná, en este sentido, no tiene comparación.

Su belleza natural  ha sido su principal aliada. Año tras año más viajeros descubren sus encantos y quedando cautivados y enamorados de sus paisajes. Aunque no ha gozado del mismo nivel de promoción que otros polos turísticos del país, su crecimiento ha sido sostenido gracias a su atractivo genuino. Plataformas como Google reflejan el creciente interés de los viajeros por Samaná. La labor de promoción por parte del Ministerio de Turismo (Mitur) también ha contribuido a posicionar el destino y atraer inversiones relevantes. En los últimos años se ha notado el interés de un nuevo perfil de turista: aquel que busca experiencias personalizadas, alojamientos boutique, ecológicos, o alquileres de villas y apartamentos de lujo. La llegada de cruceros  al destino y su crecimiento programado para los próximos años marcaran un antes y un después en la península. 

Este cambio se consolida con la apertura de hoteles de alto perfil como St. Regis, Ritz-Carlton y Marriott, así como el surgimiento de los «branded residences», que marcan una nueva etapa en el desarrollo inmobiliario turístico de la zona.

Los visitantes ahora llegan en grupos de amigos o en familia, y prefieren estancias en espacios privados y auténticos, alejados del tradicional modelo todo incluido. Buscan movilidad, gastronomía local, y una inmersión en la vida cotidiana del destino. Las más de 40 playas únicas y poco exploradas de Samaná representan uno de sus mayores atractivos, pues son ideales para quienes buscan desconectarse y reconectar con la naturaleza. Esta experiencia se ve enriquecida por una oferta culinaria influenciada por tradiciones francesas, italianas y locales, con el coco como protagonista, y elogiada recientemente por el chef José Andrés.

Samaná conserva el encanto de un pueblo con historia, no diseñado de manera artificial, sino moldeado por su evolución natural. Aún queda mucho por descubrir y desarrollar, con amplias oportunidades para mejorar su organización, establecer regulaciones y elevar su estándar de servicios. Con la implementación adecuada de servicios básicos como agua potable, electricidad, salud, seguridad y educación, el destino tiene todo para convertirse en una referencia del turismo experiencial y de lujo a escala internacional.

El perfil del inversionista también está cambiando. Aunque históricamente ha predominado el interés europeo, en los últimos años —en especial desde la pandemia— los dominicanos han incrementado su participación en el mercado inmobiliario turístico local, y en menor medida lo ha hecho el norteamericano. 

El modelo de turismo inmobiliario en Samaná beneficia tanto a inversores como a la economía local desde el momento mismo de la compra inmobiliaria. El visitante que se hospeda en villas o apartamentos consume de modo directo en restaurantes y supermercados, alquila vehículos, contrata excursiones y genera derrama económica desde el primer momento.

No obstante, los desafíos son claros: garantizar servicios básicos, regular el crecimiento, fortalecer la seguridad y contar con una oferta educativa y hospitalaria de calidad. También es vital capacitar a la población local para ofrecer un servicio turístico de primer nivel. Estas acciones son esenciales para consolidar un modelo de desarrollo diferenciado, auténtico y sostenible.

Si se abordan de manera correcta estos retos, Samaná estará plenamente preparada para recibir un turismo de baja densidad, orientado al lujo y ultralujo. Su topografía impide naturalmente los grandes desarrollos hoteleros, lo que refuerza la necesidad de priorizar proyectos exclusivos y de alta calidad. Con la colaboración de los sectores público y privado, un aeropuerto internacional operativo y una buena conexión con el resto del país, Samaná está en posición de convertirse en un destino de moda y uno de los más atractivos del Caribe.

Además, el enfoque del multidestino —donde los visitantes combinan varios lugares en un solo viaje— es cada vez más común. Samaná complementa y combina a la perfección destinos como Santo Domingo, Punta Cana, Santiago, Jarabacoa o Puerto Plata, ideales para extender la estadía promedio del turista. El país necesita de Samaná, y Samaná necesita de una visión planificada para consolidarse como el destino auténtico, diferenciado y sostenible que merece ser.

Los desafíos en infraestructura —como el suministro eléctrico, el acceso a agua potable, un sistema de salud sólido y centros educativos adecuados—, junto con la capacitación del personal y una regulación efectiva del destino, representan aspectos fundamentales. Por ello, la promoción de Samaná debe alinearse con su realidad y con un plan estratégico claro, con un enfoque de marketing que resalte su identidad auténtica como polo turístico y lo distinga de otros destinos del país.