Lo que tiene de adrenalina lo tiene de alto riesgo. El “wingfly” o “wingsuit flying”, una de las más recientes modalidades del paracaidismo –todavía inalcanzable para el gran público–, genera controversia con cierta frecuencia en los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de ser uno de los deportes extremos más peligrosos, algunos expertos coinciden en que se trata del futuro en vuelos con paracaídas.

Consiste en planear –a velocidades que pueden alcanzar los 200 kilómetros por hora– sobre el perfil de una montaña con un traje que incorpora membranas a modo de alas. De ahí que a quien lo practique se le llame “hombre-ave”. Su origen data de los años 30 del siglo pasado, cuando se desarrollaron los prototipos de trajes con alas para que los paracaidistas lograran mayor desplazamiento horizontal. Durante las pruebas en las tres décadas siguientes más de 70 saltadores perdieron la vida.

El despegue de una arriesgada y cara práctica

En los 90, el francés Patrick de Gayardon diseñó una nueva versión que permitía a los paracaidistas planear con más seguridad, pero esa mejora no impidió que él mismo falleciera en 1998 mientras la probaba en Hawái. Años después la marca BirdMan le dio un impulso decisivo cuando comercializó un traje con esas características, al mejor estilo murciélago.

En un inicio el “wingsuit” se ideó para lanzarse desde aviones, pero los más osados decidieron usarlo en salto B.A.S.E., o sea, desde un punto fijo, como un desfiladero. Lo cierto es que estamos en presencia de una práctica cara, pues no basta con adquirir el traje especial y pagar el curso de “wingfly”; antes de empezar de lleno en este deporte es preciso tener una sólida experiencia como paracaidista.

Al ser un deporte muy extremo, se calcula que es al menos 10 veces más peligroso que el paracaidismo, y eso nos da una idea de la inversión para tener a las espaldas muchos saltos. Además de contar con nuestro propio paracaídas, está el tema de los complementos, que juntos sumarían unos 1.700 dólares: casco, gafas, guantes, altímetro o altímetro audible, mochila para el paracaídas principal y el de reserva, GPS y cámara.

Un traje que ofrezca grandes prestaciones, y por ende mayor seguridad, sobrepasa los 2.000 dólares. Sin embargo, ninguno asegura un aterrizaje óptimo a los practicantes. Entre las empresas que lo producen, y que figuran en la página oficial de la Liga Mundial de Wingsuit (World Wingsuit League, WWL) se encuentran Phoenix-Fly, TonySuits y Squirrel.

Deporte que cobra vidas

Según las estadísticas, el “wingfly” cobra unas 20 vidas por año, cifra que podría ir en aumento mientras más aventureros se decidan a practicarlo. La tasa de muerte para los saltos B.A.S.E. –donde entra este deporte– se estima en uno cada 2.300 saltos. En enero pasado murió el canadiense Graham Dickinson, cuyo cuerpo fue hallado en un acantilado en el Parque Forestal Nacional de montaña Tianmen, en Zhangjiajie, en la provincia china de Hunan, el mismo escenario en el que el joven de 28 años de edad había logrado la medalla de bronce en octubre de 2016 cuando participó en el WWL China Grand Prix.

Entre los casos más sonados de los últimos años está el del barcelonés Álvaro Bultó, quien falleció el 23 de agosto de 2013 en los Alpes suizos en plena práctica. De nada le sirvió al famoso hombre de televisión y deportista –de quien se dice era el amor adolescente de la infanta Cristina– haber acumulado 3.000 saltos, haber batido el récord mundial en caída libre, haber cruzado el estrecho de Gibraltar planeando con su cuerpo ni haber sido el primer español en volar sobre el Polo Norte en “wingsuit”.

Otro que causó conmoción fue el caso de Mark Sutton, el paracaidista que dio vida al agente secreto James Bond en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El doble volador de 007 se estrelló el 14 de agosto de 2013 contra una colina rocosa también en los Alpes suizos, luego de saltar de un helicóptero a 3.000 metros de altura.

Además de sentir la adrenalina, entre los atractivos del “wingfly” está registrar el vuelo con una pequeña cámara adherida al cuerpo y compartir la hazaña en plataformas digitales. Las grabaciones de los videos hipnotizan a los espectadores al ver a los protagonistas planeando por paisajes de extrema belleza, ya sea rozando las copas de los árboles o las laderas de las montañas.