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Considerada como la provincia dominicana de mayor biodiversidad, Barahona es tal vez la zona del país que más invita a disfrutar la vida. Emprender la travesía a esta mágica y tentadora región del sur es atreverse a vivir un sueño; llegar a descubrirla, la certeza de siempre querer volver.

Barahona está situada a 204 kilómetros de la capital dominicana. Bañada por las aguas del mar Caribe, sus playas invitan a olvidarse del tiempo y perderse en el azul turquesa que convive en armonía con el verde de frondosas montañas haciendo que se respire libertad. No es de extrañar que tantos viajeros la hagan su destino para estar en contacto con la naturaleza silvestre, andar sus rutas y explorar intrincados caminos en los cuatro parques nacionales que la bordean: Isla Cabritos, Laguna Rincón, Jaragua y Sierra de Bahoruco.

Gran parte de la región suroeste era conocida en tiempos de la colonia como el «Cacicazgo Jaragua», una de las cinco regiones en las que estaba dividida la isla. Gobernada por el cacique Bohechío, Jaragua fue testigo de la primera protesta social en el recién descubierto Nuevo Mundo. Dos décadas después se produjo otro alzamiento en la Sierra de Bahoruco: el cacique Enriquillo combatió el absolutismo español junto a un numeroso grupo de indígenas hasta que en 1533 se suscribió la paz con el gobierno de la colonia.

Los piratas y corsarios del Caribe también hicieron de la región su centro de operaciones, como el famoso pirata Cofresí, cuya leyenda cuenta que llegó a enterrar muchos de sus tesoros en Barahona y sus proximidades, algunos de ellos no se han descubierto. En medio de ese panorama llegaron algunas familias comerciantes de madera, atraídas por la riqueza de los bosques húmedos del lugar. A ellas se debe que en 1802 se instaurara oficialmente la ciudad de Barahona, que además albergaba pequeñas comunidades de pescadores. En 1907 se eleva su categoría a provincia.

Un paraíso de senderos y excursiones

Ligadas al orgullo de los habitantes de Barahona por su provincia están las playas El Quemaíto, Los patos, Playazul, San Rafael, La ciénaga y Punta Inglesa, balnearios de aguas cristalinas que parecen besar las faldas de las montañas. Impresionantes selvas y parques se encuentran en la Sierra de Bahoruco, desde donde las vistas de paisajes idílicos arrancan el aliento. Son espectaculares las vistas desde el Mirador Paraíso y la carretera Cabral-Polo, la reserva biológica Padre Miguel Domingo Fuertes y la reserva científica Donald Dodd, pertenecientes al Sistema Nacional de Áreas Protegidas.

Una de las maravillas del bosque nublado es poder tocar las nubes. En lo alto de la loma del Cachote existe una humilde comunidad que convive de cerca con la diversidad ecológica. Aquí es posible conocer el húmedo sendero de la Jibijoa, en el que habitan más de 30 especies de aves, 30 de helechos, bromelias, orquídeas y gran variedad de árboles. «Canto del jilguero», nombre del centro de visitantes, manejado por la microempresa ecoturística de Cachote, posee varias cabañas con capacidad para un máximo de 12 personas. Es recomendable solicitar una fogata y jengibre si decide pernoctar aquí, pues las noches son agradablemente frías y se hacen acompañar de un plácido concierto de aves y del sonido de una lluvia ligera y ocasional.

A la Laguna de Oviedo, en al Parque Nacional Jaragua, se le conoce como «el paraíso de las aves» porque alberga o sirve de parada al 60% de todas las reportadas en el país, desde flamencos y yaguazas, hasta tijeretas y pelícanos. Para su visita existen tres senderos: el Paseo de los flamencos, el Cayo de las iguanas y las Caritas del Guanal.

En unos años se prevé la terminación, en el distrito de Vicente Noble, del Centro de turismo termal Canoa, que con una inversión superior a los 600 millones de dólares, dispondrá de 1.000 habitaciones. Sin duda, una de las atracciones más populares de Barahona es el Polo magnético, localizado en el tramo que une los poblados de Las auyamas y Polo, y donde es posible ver un automóvil subir misteriosamente una cuesta con el motor apagado y sin que nadie lo tire de él.

Hospedaje y gastronomía

barahona02Casa Bonita, un hotel boutique miembro de SLH, es el establecimiento de mayor lujo en la región, una joya de la hostelería en la que confort y ecoturismo van de la mano. Pero la oferta va más allá y aunque la provincia no cuente con un amplio portafolio de hoteles, los que existen se caracterizan por ser acogedores. Entre ellos destacan Las magnolias, Loro tuerto, Guarocuya, Gran Marquiz, Playa azul, Pontevedra, El quemaíto, Casablanca, Cacique, Caribe, Gran Barahona, Piratas del Caribe, Costa Larimar, el hotel-restaurante María Montez y el Hotel Ana Isabel.

Además de los beneficios del turismo y de la explotación del larimar –cuyas minas no se encuentran en ninguna otra parte del mundo–, la economía barahonense se sostiene de la agricultura, en la que prevalecen los cultivos de plátano, café y caña de azúcar. La pesca es otro renglón importante. Apetecible y variada, la gastronomía atrapa al visitante en una mezcla de sabores que perduran en la memoria, desde los frutos del mar, en cuya preparación está presente el coco, hasta la carne de chivo. Algunos sitios para comer son La Roca, Brisas del Caribe, D’Sairy, Los robles, De las flores, Ricoled y D’Lina.

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Patrimonio cultural

barahona01Barahona es la tierra de dos grandes mujeres que con su talento pusieron en alto el nombre de República Dominicana: María Montez, una de las grandes estrellas de Hollywood de su época, y Casandra Damirón, figura principal del folclor dominicano y en cuyo honor se celebra cada año los Premios Casandra otorgados por la Asociación de Cronistas de Arte. Montez –su nombre verdadero era María África García Vidal– nació en 1912 y llegó a convertirse en una de las mujeres más bellas de su época. Para conmemorar su centenario este año, varias instituciones del país están enfrascadas en la organización de eventos y actividades alegóricos. Otro hijo de Barahona es el pintor, muralista, dibujante y grabador Ramón Oviedo, nacido en 1927 y considerado el artista que empalma la pintura nacional con los lenguajes latinoamericanos del siglo XX.

Pero al decir de muchos estudiosos, la mayor riqueza cultural con que cuenta un pueblo es el recurso más valioso que lo diferencia de los demás: su gente. El barahonero, amistoso por naturaleza, es muy apegado a sus creencias y valores, y jamás deja un saludo sin devolver. Algunas de sus manifestaciones culturales están relacionadas a festividades religiosas paganas. El Gagá es una de ellas. Se celebra los viernes santos en las zonas cañeras y bateyes haitianos, y consiste en bailes y música en honor al primer difunto sepultado en cada campo santo, llamado «Barón del Cementerio».

Entre las grandes festividades está el Carnaval de Barahona, en febrero, en el que desfilan más de 100 comparsas de todo el suroeste. La región también es la sede del Festival del café orgánico, el Festival de teatro María Montez y el Festival internacional de palos. El entusiasmo de los habitantes de la provincia es evidente en sus fiestas patronales, en las que se conjugan las actividades religiosas, artísticas, culturales, deportivas y las costumbres populares.

Cómo llegar

Para llegar a Barahona por vía terrestre desde Santo Domingo se toma la carretera Sánchez hacia el oeste. Primero hay que cruzar las provincias de San Cristóbal, Baní y Azua y luego pasar por Quita Coraza, Fondo Negro, el cruce de Vicente Noble, Canoa, Jaquimeyes y el cruce de Cabral. Existen líneas de autobuses públicos que salen de la capital.

Si prefiere viajar más rápido puede abordar un vuelo (35 minutos) en el Aeropuerto El Higüero, en Santo Domingo, hasta el Aeropuerto Internacional María Montez, a cinco minutos de la ciudad de Barahona. La terminal está ubicada frente a las costas de la península de Barahona y cuenta con una pista de 3.000 metros de largo y 45 metros de ancho, con capacidad para recibir aeronaves de cuerpo ancho. Es la puerta de entrada a la hermosa zona ecoturística del suroeste del país.

De inconmensurable belleza y múltiples atractivos naturales, Barahona es el destino perfecto para encontrarse con la naturaleza, conocer gente hospitalaria y deleitarse con la gastronomía seductora y el folclor fascinante de un pueblo que ve en el turismo una vía sustentable para el desarrollo.