El prejuicio es una crítica que se realiza sin tener suficientes elementos para fundamentarla. Si un ciudadano prejuiciado cree que algo está mal, no es capaz de escuchar otra opinión, ni mucho menos de aceptar una tercera alternativa. De ahí la consabida frase…

”…yo no voy a votar para volver a lo mismo.”

Para los seniors que estudiamos con la Instrucción moral y cívica del Profesor Domingo O. Bergés, sí que fue frustratoria esa primera vez que fuimos a ejercer el derecho al voto. Recuerdo como ahora, que la mesa electoral en la que me correspondía sufragar estaba en el Club de Juventud ubicado en la calle 19 de Marzo esquina José Gabriel García, en Ciudad Nueva. Mayo de 1950. Nos levantamos a las seis de la mañana, hicimos fila, mi mamá estaba detrás mío. Don Francisco Pratts Ramírez era el presidente de la mesa, miró mi cédula, tomó las dos boletas, en una marcó una cruz, la dobló y la depositó en la urna delante de todos. Cuando abrí la boca para protestar mi mamá me dio un pellizco y “san se acabó”. Llegué a mi casa dando gritos porque después de tanto practicar mi primer sufragio salí con un “morao en la espalda “ y sin saber por quien había votado. Cuando traté de cuestionar a mi mamá por no protestar conmigo, me abrazó con lágrimas en los ojos me dijo: “algún día te explicaré porqué no lo hice. Y yo me dije: Elecciones… ¿para qué? ”Yo no vuelvo a votar para volver a lo mismo”.

Este episodio lo traigo a colación solo para que los mas jóvenes entiendan que las cosas han cambiado mucho y para bien, hoy tenemos la libertad de ejercer con responsabilidad los deberes que nos otorgan los derechos adquiridos a costa de mucha sangre, conscientes que ese poder coloca el valladar que impide que alguien intente jamás conculcarlos.

Con la aprobación de la nueva Carta Magna que rige a la República y su vida democrática, nos hemos ganado el derecho de elegir al Presidente, por voto directo cada cuatro años y está claramente establecido que no podrá ser electo para el periodo constitucional siguiente.

El Presidente y el Vicepresidente de la República elegidos en estos comicios generales, prestarán juramento a sus cargos el 16 de agosto siguiente a su elección, fecha en la que termina el período de las autoridades salientes, y eso vale el sacrificio de levantarse temprano, hacer su fila y votar en silencio, por el candidato que le dicte su conciencia que mejor conviene a los intereses de la nación.

Elecciones… ¿para qué?; para elegir el mejor.