Jimena Ugarte, arquitecta
Instituto de Arquitectura Tropical
Cada vez más personas, profesionales o no, y con mayor frecuencia, se refieren a la necesidad de hacer una arquitectura verde y sostenible la cual sin duda así debe ser. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿será posible que esta arquitectura –que para ser sostenible debe utilizar hasta donde sea posible los recursos naturales (sol, luz natural, ventilación cruzada, brisas), para disminuir al máximo el consumo energético-–, pueda desempeñarse correctamente en ciudades petrificadas, llenas de ruido, polvo y contaminación, entre otros muchos problemas?
Creo que debemos mejorar sustancialmente el espacio público y las áreas verdes, densificando la cobertura vegetal, dándole continuidad y permitiendo que el agua de lluvia escurra con naturalidad en todos los sitios, y no sólo enfocarnos en cada edificio individualmente. La arquitectura sostenible por el momento es posible en lugares rurales donde el aire es limpio y el clima benévolo. En las grandes ciudades contaminadas es muy difícil poder abrir las ventanas y respirar el aire sin pasarlo antes por un filtro que lo limpie. La isla de calor que se forma a causa de la contaminación atmosférica y los elevados índices de CO2 que elevan la temperatura ambiente y la hacen sofocante provocando el uso del aire acondicionado.
Entonces, para conseguir que la arquitectura sea sostenible, se le agrega una serie de dispositivos tecnológicos que controlan temperaturas, calidad del aire, ángulo del sol, velocidad y dirección del viento y otros factores, los cuales son excesivamente costosos, muy complicados en su manejo y difíciles de mantener. En países del tercer mundo, como el nuestro, no tenemos personal calificado para dar este servicio y dependemos, por ende, para siempre de técnicos y repuestos importados que nos imponen su cada vez más avanzada tecnología para funcionar. Se convierte esto entonces en un círculo vicioso muy oneroso y complicado, que no tiene nada de sostenible ni de verde.
La verdadera arquitectura sostenible es aquella que desde el origen del diseño define y soluciona los problemas de calidad de vida interna de una edificación y no aquella que depende de una serie de aditivos tecnológicos para funcionar correctamente. Si además, utiliza paneles solares o fotovoltaicos, materiales reciclados, recicla el agua, mejor aún, pero esto dependerá del presupuesto destinado para la obra más que del buen oficio del arquitecto.
Estamos hablando entonces que esta arquitectura es más factible en la vivienda unifamiliar que en los grandes edificios corporativos o de apartamentos, y como la vivienda ocupa una porción sustancial del sector construcción, entonces hay que poner énfasis en ésta y diseñarla de manera que responda a los más altos cánones de sostenibilidad. Si logramos esto, gran parte del problema planetario se verá mitigado.
Cada vez que se desarrolle una urbanización, se deberá tomar en cuenta al paisajismo para complementar las condiciones apropiadas de vida en ese barrio, proporcionando sombra y frescura en sus calles y avenidas con la siembra masiva de árboles, a la vez que se limpia el aire, se mitiga el ruido y el polvo. Las normativas de construcción universales, podrían exigir que al menos haya un árbol por casa en estas nuevas urbanizaciones, considerando que un árbol grande y maduro puede absorber las emisiones de CO2 de una familia de cuatro personas. Lo que quiere decir que si esta normativa existiera, no habría sobredosis de CO2 en el aire. Si a esto le sumamos el buen diseño y las buenas prácticas, las nuevas urbanizaciones tendrían una calidad de vida sin problema y contribuirían al bienestar general si a esto le suman parques y áreas verdes frondosas y continuas. Las comunidades arboladas según datos del Servicio Forestal de Estados Unidos, cuentan con poblaciones más pacíficas, hay menos violencia doméstica, menos crímenes y los habitantes son más solidarios, las propiedades se venden mejor y tienen más valor. Asimismo, los comercios en calles arboladas, venden más y los clientes son más fieles, les agrada regresar. ¿Qué esperamos entonces para mejorar el espacio público arborizando nuestras ciudades si nos traen tantos beneficios?