Europa es uno de los lugares más excitantes para vivir unas vacaciones de ensueño; todas sus ciudades poseen atractivos culturales, naturales, arquitectónicos, gastronómicos y artísticos, que dejan enamorados a quienes tienen el placer de visitarlas. A pesar que Francia, España, Italia, Inglaterra y Alemania son los destinos preferidos por los millones de turistas que cada año se dejan seducir por el hechizo del viejo continente, existen otras joyas a descubrir entre las rutas y los pueblos de este mágico territorio.

Situada en la región belga se encuentra Brujas, capital de la provincia de Flandes y catalogada por muchos como una de las ciudades más hermosas de Europa. No en vano su centro histórico es reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Esta encantadora ciudad posee el casco urbano medieval mejor conservado, en el que sobresale el campanario de su Plaza Mayor (Grote Markt). Subir los 366 escalones del Belfort (el campanario de la ciudad), de 83 metros de altura, es algo que valdrá el esfuerzo para poder disfrutar de una vista panorámica impresionante.

Con el centro cerrado a los vehículos de motor, la sublime belleza y la cultura de este inolvidable destino se pueden explorar a pie o dando un paseo en bote por sus románticos canales desde donde es posible apreciar los más hermosos palacios, puentes y coloridos jardines que se reflejan en los espejos de agua, una imagen que le ha valido el merecido apodo de la “Venecia del Norte”.

Aunque es una ciudad de poca extensión territorial, necesitas concederte el tiempo necesario para perderte en sus calles de adoquines y arcos de ladrillo, sus centros cerveceros, molinos, tiendas de encaje, centros arquitectónicos e históricos, que parecen extraídos de un cuento de hadas.

Otro lugar imperdible es la Plaza Burg, donde se encuentra el Ayuntamiento, uno de los edificios más emblemáticos de Brujas, construido en el siglo XIV. Aunque su fachada gótica es lo que lleva a los turistas a visitarlo, lo mejor aguarda en su interior por los finos detalles de oro que lo convierten en una de las estructuras más acabadas del mundo.

Si de iglesias famosas se trata, la de Nuestra Señora es la más famosa de Brujas y su torre de 122 metros es la más alta de Bélgica. Otro sitio de interés es el pintoresco “Callejón del asno ciego”, localizado entre el Ayuntamiento y la Basílica de la Santa Sangre. Según la creencia popular, el origen del curioso nombre viene porque en la esquina, junto al canal que se encuentra al cruzar el callejón, existía un molino tirado por un burro al que tapaban los ojos para evitar que su trabajo fuera tan monótono. El sitio sobresale hoy por la belleza del arco y el entorno, con el puente Meebrug a la izquierda, considerado el más antiguo de Brujas.

Museos

Si eres amante del arte, deléitate con dos de sus grandes museos: el Gruuthuse, una mansión medieval con más de cinco siglos de historia, y el Groening, el museo de arte más importante de la ciudad. El primero es un antiguo palacio gótico del siglo XV que perteneció a la familia Gruuthuse, una de las más ricas y poderosas de la región y que hizo su fortuna gracias a la industria de la cebada. Su variada colección permanente se enfoca en las artes decorativas. El museo Groening se especializa en la pintura flamenca y exhibe obras muy reconocibles, como el “Retrato de Cristo” de Jan van Eyck, y el díptico “El juicio de Cambises” de Gérard David.

Gastronomía, cervezas y chocolates

Si vas a pasarte el día recorriendo Brujas, existen múltiples opciones culinarias que no te defraudarán. Solemos relacionar a Bélgica con mejillones, chocolates y waffles. Lo cierto es que la cocina local es variada y exquisita, pues la ciudad está a 20 km del mar del Norte y próxima a Holanda, por lo que la influencia de varias gastronomías es palpable, desde la alemana y la francesa, hasta la italiana y la española.

Más allá de los famosos mejillones con papas fritas, o con apio y vino blanco, Brujas es famosa por su carbonada flamenca, patrimonio culinario de Flandes. La carne de este delicioso estofado se cocina lentamente sobre las brasas de carbón y la receta varía según el tipo de cerveza que se utilice, en dependencia del restaurante o local. El plato viene acompañado de papas, ya sean fritas, asadas o en puré. Otros platillos que ponen en alto los sabores de la región son las endivias con queso y jamón (gratinadas al horno y servidas con salsa bechamel), y el conejo a la cereza (servido con puré de manzana).

La cerveza no puede faltar para acompañar una comida belga. En un local te puedes encontrar entre 40 o 50 variedades. Las trapenses –elaboradas por monjes de la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, que luego derivaría en Trapense – son una excelente opción, dada su exclusividad, ya que en el mundo solo 10 cervezas ostentan este título y seis son belgas: Achel, Chimay, Orval, Rochefort, Westmalle y Westvleteren.

La cerveza más típica de la ciudad es la Brugse Zot, y en una visita a De Halve Maan, fábrica y museo donde se elabora esta marca artesanal, conocerás el proceso tradicional, desde la maceración hasta el envasado. Luego dirígete a su taberna de dos plantas para que pongas a prueba lo aprendido.

Brujas es conocida, además, como la capital o el laboratorio del chocolate, un producto que aquí adquiere otra dimensión y te hace sentir placeres insospechados. ¿Quieres saber cómo nació el bombón? En esta inolvidable ciudad te enteras de todos los detalles y de la historia de más de cuatro mil años del cacao, que llegó a Europa en el siglo XVI gracias a los españoles. De ello se encargan el Choco-Story (Museo del Chocolate) y eventos como Choc’in Brugge y Choco-Laté, además de talleres y paseos guiados. Es la manera de comprobar que la frase “El chocolate es cosa de brujas” nunca estuvo mejor dicha.