La monogamia no es común entre los demás mamíferos, ¿por qué, entonces, ha calado en el mundo del ser humano? Homo sapiens posee un universo sumamente flexible en cuanto a contratos sexuales se refiere, aquí analizamos un poco sobre sus orígenes y las funciones que han llenado en el pasado.
En un vecindario cualquiera de Santo Domingo es posible ver más de un tipo de contrato sexual. Hombres y mujeres dedicados a su pareja, hombres con muchas mujeres, hombres con dos familias (algo que ha sido llamado ‘monogamia dual’), hombres y mujeres comprometidos pero infieles. Más allá de la isla, los humanos intentamos con una mayor variedad: mujeres con varios maridos, hombres con varias esposas, grupos entregados al compromiso del poliamor. No estamos hablando de orgías, fetiches o fantasías sexuales sino contratos de vida entre personas, haya o no reproducción o adopción entre los adultos involucrados. El contrato sexual humano es sumamente flexible y la monogamia no es la reina; entonces, ¿por qué existe la pareja monógama? ¿Cuál es su efectividad?
Los antropólogos nos dicen que sólo una de cada seis sociedades exige que se cumpla la monogamia como ley y existe evidencia histórica de que las instituciones conformadas por un hombre y una mujer se remontan al Código de Hammurabi; parece que la práctica fue codificada con más detalle en la antigua Grecia y Roma. Pero incluso entonces, el compromiso humano a la fidelidad tenía sus límites: las concubinas formales eran mal vistas pero esclavos de ambos sexos eran presa fácil para asuntos extramaritales.
“El historiador Walter Scheidel describe esta práctica grecorromana como monogamia poligínica, una postura monógama a medias basada en la promiscuidad. La cultura judeocristiana de hoy no ha abandonado esta propensión al engaño sexual, de hecho, si nadie lo hiciera no necesitaríamos el séptimo mandamiento”, escribió para la revista Slate, Daniel Engber.
La flexibilidad es la característica principal de las sociedades modernas, por lo menos el promedio. A lo mejor tenemos más de cuatro millones de años comprometiéndonos con otro animal, dedicando nuestro tiempo a proteger a las crías; a lo mejor, nuestros grandes cerebros nos llevaron a la monogamia… o quizá la monogamia permitió mayores cerebros.
Numerosas variables están involucradas en el proceso de criar a Homo sapiens. El animal que sigue la poligamia gasta demasiada energía manteniendo por sí solo a varias parejas, no sólo involucra muchas peleas de competencia sino trabajo. Es posible que la monogamia haya surgido como una forma de reducir ese esfuerzo.
“Elaboramos experimentos para conocer por cuánto tiempo los monos lechuza formaban uniones y resulta que permanecen juntos en un promedio de nueve años”, expresó para Scientific American, Eduardo Fernández-Duque, de la Universidad de Yale, uno de los autores de la investigación que descubrió a través de análisis de ADN los primeros primates, monos lechuza, en permanecer en una misma relación
en términos genéticos, con los padres cuidando las
crías directamente.
No obstante, aunque el esfuerzo paterno es utilizado para explicar muchas teorías sobre lo que hizo que la especie mantuviera relaciones monógamas, otros piensan que es la hipótesis menos posible para que surja la monogamia; ahora bien, el esfuerzo paterno a lo mejor hizo que las especies se mantuviera monógamas.
Es aquí cuando llegamos a la cooperación. Para la antropóloga Sarah Hrdy, de la Universidad de California en Davis, se necesita una villa completa para criar a un bebé humano que consume, nada más y nada menos, que 13 millones de calorías en su camino entre el nacimiento y la madurez. Es aquí donde recurrimos a los abuelos, tanto paternos como maternos, para que nos ayuden con el bebé.
Toma, carga a mi bebé
“Las madres humanas permiten que otros carguen sus bebés recién nacidos. Eso es asombroso y para nada similar a la conducta de otros simios”, expresó Hrdy para Scientific American.
Para la investigadora, estas conductas surgieron y se desarrollaron con Homo erectus, cuando la fisiología de la especie inició su gran cambio, con cuerpos y cerebros más grandes. De hecho, los estudios indican que para mantener a un H. erectus se necesitaba 40% más de energía metabólica que con cualquier otro homínino anterior. Era, a lo mejor, el comienzo del camino humano, con desarrollo retrasado y dependencia prolongada; para Hrdy, fue lo que hizo que los abuelos entraran en el paquete.
Aparentemente, fue la cooperación, ya sea entre parejas, abuelos o grupos más amplios lo que permitió que el humano desarrollara más complejos comportamientos gracias al cerebro.
“La monogamia no evolucionó”, aseguró el biólogo evolucionista Wesley J. Smith, “existe debido al excepcionalismo humano”.
Por Glenys Álvarez
Psicóloga y periodista científica
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