Aun cuando los escépticos dicen que la esperanza es el peor de los males, porque prolonga el tormento del ser humano, yo me inscribo del lado de los que afirman que «es el sueño del hombre despierto».

Esperanza es una de las tres virtudes teologales y, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, es la «virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios».

Al despedir un año cargado de vicisitudes en todo el mundo, plagado de tormentas, inundaciones, protestas, indelicadezas, boato, injusticias, reproches e inseguridad ciudadana, es difícil, ante la desesperación y el sufrimiento que estos fenómenos causan, mantener la prudencia y la templanza que describe la imagen cristiana del ser humano.

Sin embargo, no es prudente encapsularse en sufrimientos que nos puedan envenenar el alma si nos encadenamos a ellos; ni tampoco ponerse unos audífonos que nos alejen de la realidad, sino más bien hacer un esfuerzo para salirnos primero de nuestros problemas, perdonarnos a nosotros mismos por las decisiones y elecciones personales o políticas erradas que hemos realizado, perdonar a los demás y continuar con nuestra vida que es única y por demás muy corta ante lo inconmensurable que es el tiempo.

Nuestro país «bendecido con una belleza natural increíble y una población local que es claramente considerada como una de las más amistosas del Caribe» -según declara Peter Yesawich, considerado el gurú de conferencias magistrales relacionadas con las tendencias en los viajes y el turismo-, necesita de sus mejores hijos y es nuestro deber reaccionar a tiempo para lograr la liberación económica y social que tanto anhelamos, a través de esa hermosa actividad humana que llamamos turismo y que el presidente Danilo Medina ha considerado como «la locomotora del desarrollo». Industria que para los que trabajamos en ella es también considerada «la industria de la paz».

Juntos en el trabajo y con el esfuerzo de todos, hagamos del 2013 un año colmado de amor y esperanza.Aun cuando los escépticos dicen que la esperanza es el peor de los males, porque prolonga el tormento del ser humano, yo me inscribo del lado de los que afirman que «es el sueño del hombre despierto».

Esperanza es una de las tres virtudes teologales y, siguiendo a Santo Tomás de Aquino, es la «virtud infusa que capacita al hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para alcanzarla, apoyado en el auxilio omnipotente de Dios».

Al despedir un año cargado de vicisitudes en todo el mundo, plagado de tormentas, inundaciones, protestas, indelicadezas, boato, injusticias, reproches e inseguridad ciudadana, es difícil, ante la desesperación y el sufrimiento que estos fenómenos causan, mantener la prudencia y la templanza que describe la imagen cristiana del ser humano.

Sin embargo, no es prudente encapsularse en sufrimientos que nos puedan envenenar el alma si nos encadenamos a ellos; ni tampoco ponerse unos audífonos que nos alejen de la realidad, sino más bien hacer un esfuerzo para salirnos primero de nuestros problemas, perdonarnos a nosotros mismos por las decisiones y elecciones personales o políticas erradas que hemos realizado, perdonar a los demás y continuar con nuestra vida que es única y por demás muy corta ante lo inconmensurable que es el tiempo.

Nuestro país «bendecido con una belleza natural increíble y una población local que es claramente considerada como una de las más amistosas del Caribe» -según declara Peter Yesawich, considerado el gurú de conferencias magistrales relacionadas con las tendencias en los viajes y el turismo-, necesita de sus mejores hijos y es nuestro deber reaccionar a tiempo para lograr la liberación económica y social que tanto anhelamos, a través de esa hermosa actividad humana que llamamos turismo y que el presidente Danilo Medina ha considerado como «la locomotora del desarrollo». Industria que para los que trabajamos en ella es también considerada «la industria de la paz».

Juntos en el trabajo y con el esfuerzo de todos, hagamos del 2013 un año colmado de amor y esperanza.