Aunque el título es grande, hoy hablaremos de cosas muy pequeñas. Le toca el turno a una partícula subatómica conocida también como la “Partícula de Dios”, y ya veremos la razón de este apodo.

“En el principio…” Génesis  1,1

Todo tiene su público, y las partículas subatómicas no son la excepción. Cuando llevan el apellido “elementales” son el campo de estudio de la física de partículas. Ellas son los componentes elementales de la materia y a su alrededor los físicos han elaborado numerosas interrogantes. Tratando de dar respuesta a esas y otras preguntas, estos señores han creado el modelo estándar que trata de describir las fuerzas, los componentes y las reacciones que constituyen la materia.

Una pregunta perenne de la física de partículas es “¿A qué se debe que haya partículas que tienen masa (magnitud que expresa la cantidad de materia en un cuerpo) y otras que no?”. Esto indica que esa partícula no ha podido verificarse experimentalmente aunque en el modelo antes mencionado se ha predicho la partícula que otorga esta característica y se le ha llamado Bosón de Higgs.

Un bosón es un tipo de partícula elemental, nombrada así en honor a Satyendra Nath Bose quien, junto con Albert Einstein (raro que no había aparecido antes), teorizó sobre las características de estas partículas en su Estadística de Bose-Einstein. Peter Higgs fue el físico que predijo la existencia del bosón en los años 60 y lo sorprendente es que el descubrimiento de la famosa partícula se produjera estando él con vida. Hago la aclaración para los que ya pensaban en Hobbits o algún primo de Frodo Bolsón.

“..mas no se verá mi rostro”.  Éxodo 33,23

Pero como buenos científicos, no se han quedado solo en la pregunta y han tratado de probar la validez del modelo estándar. Para simular eventos que permitan validar lo planteado en el modelo, se construyó el Gran Colisionador de Hadrones, domiciliado en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) a un costo que no creo que quepa en las páginas de este artículo.

El experimento que da su nombre a este aparato consiste en acelerar haces de protones en sentidos opuestos a un 99,99% de la velocidad de la luz y hacerlos chocar para observar los eventos resultantes, similares a los acaecidos luego del Big Bang. A pesar del terror que en algunos círculos ocasionaron estos experimentos –pues ciertas teorías, entre otras, decían que se podría crear un agujero negro (que en el caso de nuestro país sería interesante para investigar si allí ha ido a parar tanto dinero perdido)–, se realizaron sin ninguna catástrofe y en julio de 2012 se anunció el descubrimiento, confirmado por dos equipos que registraron, cada uno por su cuenta, la existencia de una partícula consistente con el Bosón de Higgs.

“Y conoceréis la verdad..”
Jn. 8,32

Aunque este nombre de “Partícula de Dios” no tiene que ver con el deseo de los científicos de probar o no la existencia de Dios o la creación del universo, lo cual les ha ganado enemigos en la comunidad científica y entre los creyentes, refleja el deseo humano de conocer, de entender la verdad acerca de lo que nos rodea más allá de las sensibilidades o creencias (o no creencias) que pueda herir.

En nuestra particular opinión no hay tal divorcio entre fe y ciencia si no es de proporciones bíblicas o cósmicas. En ambos lados de la verja se anda buscando el mismo rostro. No sé si por
esta razón en nuestra adolescencia
– cuando predominaban otros valores en la sociedad– la programación especial de los canales de televisión durante Semana Santa incluía la trasmisión de “Los Diez Mandamientos” y la miniserie de divulgación científica “Cosmos”.

Ambos, el creyente y el científico, deben seguir sus caminos, de la mano o no, porque indefectiblemente del trabajo de ambos solo sale ganador el ser humano, para el que parece haber sido creado todo lo que nos rodea.

 

Por Milton Fernández
Ing. de Sistemas de Información

miltonjfernandezlora@gmail.com