La calle que lo evoca es pequeña, está casi escondida y es poco transitada. Pero es uno de los pocos homenajes acertados y merecidos porque reconoce a un hombre incuestionable: servidor público durante el trujillato y no enturbió su conciencia con la complicidad salvaje ni se prestó a lisonjas y adulonerías complacientes. Administró millones que pudieron ilegítimamente enriquecerlo y, sin embargo, de cada función desempeñada salió pobre.
Luis Scheker Hane, además, fue decidido promotor del libro, el deporte, la cultura, poeta laureado, difusor de tradiciones y costumbres, escritor de prosa amena y palabra edificante, orador, abogado, filósofo, filántropo, era un sensible ser humano con espíritu y manos dispuestos para orientar y ubicar en el país a los inmigrantes libaneses coterráneos de sus ancestros y proporcionar ayuda a lo necesitados de la tierra que le vio nacer.
Luisiana, la hija de sol o de cielo, que él convirtió en poema, recuerda al respecto expresiones que fueron cotidianas en labios de su padre: Me quedé sin un centavo, acabo de dar lo último que tenía, Más vale dar que recibir, el que da recibe. Le reprochaban su bondad exagerada, y replicaba: No se preocupen, Dios proveerá.
La Ciudad Intramuros, los alrededores del Parque Independencia, la Zona Colonial fueron lugares habituales de la infancia y la adolescencia del muchacho precoz que desde que ingresó al colegio Santo Tomás de Aquino deslumbró a sus maestros por la excepcional inteligencia, según recuerda uno de los pocos condiscípulos de esa época que le sobreviven, don Wenceslao Troncoso.
En esos sitios instalaron sus padres, los libaneses Gabriel Schecker y María Hane, sus comercios, primero en la calle Del Conde y luego en la Mercedes frente al parque Independencia, donde estuvo el restaurante Mario. Allí lo acunó Maddul, la amorosa tía que se convirtió en su madre porque doña María falleció al tenerlo.
Papá hizo un culto de adoración a esa tía, manifestaba un sentimiento de gratitud profundo porque ella lo acogió pese al sacrificio que significaba para una muchacha joven, refiere Heriberto, el hijo menor de don Luis. El único hermano de Scheker Hane, José, murió a los 16 años ahogado en la playa de Güibia.
El otro entorno el de las partidas de dominó, por las que fue premiado como Reservado Gran Campeón, fue San Carlos. Desde la 16 de Agosto, donde vivió al casarse, y la Imbert 42 en la que vio crecer a Luisiana, Luis Antonio y Heriberto, sus tres hijos, desarrolló una intensa labor cultural y social que se extendió a toda la comunidad ávida de conocimientos. Tan arraigadas quedaron sus conferencias y cátedras en el sentimiento de los sancarleños que en 1990 le dedicaron la Primera Feria Barrial del Libro y la Cultura, con motivo de las Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Candelaria.
En reconocimiento a esa faceta de su versátil personalidad le fue colocado su nombre a la biblioteca de la Escuela Nacional de Ciegos, con cuyo patronato colaboró sin desmayos, y al salón de lecturas de la Universidad O&M. Su honestidad y su proceder incorruptible, por otro lado, recibieron el tributo del Banco de Reservas, que designó la bóveda con su nombre.
El apasionado liceísta, presidente del Club del Licey, el más afamado cultor de décimas celebrando el triunfo de su equipo, fue premiado, en otro orden, con la Presidencia de Honor del Décimo Tercer Ceremonial del Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano por sus condiciones morales y sus calificadas dotes deportivas.
Las vanidades no alteraban ni envanecían a este hombre sencillo y sociable que cultivó amistad con capitaleños de todas las generaciones, aunque ya en su temprana juventud había visto recompensada la superioridad de su intelecto cuando en 1941 fue distinguido con el Primer Premio Nacional de Poesía por su Lapislázuli. Su obra anterior fue Brotes Primaverales, que publicó a los 17 años. Muchos otros poemas suyos están dispersos en periódicos y revistas nacionales.
La calle
El 27 de agosto de 1996 fue designada con el nombre de Luis Scheker Hane la antigua calle Primera del sector La Arboleda. En la ceremonia de inauguración fue colocada una tarja que ya no existe: se la robaron.
Luis Antonio Scheker Ortiz, quien tuvo a su cargo las palabras de gracias, expresó: Sabemos que papá y mamá se sentirán complacidos al ser escogida para este alto honor una calle con las características de la que desde hoy llevará su nombre: corta, como lo fue él de tamaño y de apetencias; modesta, como fueron su vida y sus lejanos orígenes; limpia y ordenada como fue su conducta; distinguida, como su hombría de bien; recta, como los principios que normaron su paso por la función pública, y sencilla, como sus versos.
Cuídate de Ramfis
Las actividades públicas de Luis Schecker Hane se iniciaron con un modesto puesto de auxiliar de estadísticas en la Receptoría General de Aduanas, en 1927. Pero a esta dependencia volvería como Director General en 1957, hasta 1962.
Sus servicios en el ámbito oficial sobrepasaron el trujillato. Trabajó en el Catastro Nacional, Impuesto sobre la Renta, Impuesto sobre Beneficios, Secretaría de Finanzas, entre otros. No eran, empero, premios al servilísimo político, porque otros gobernantes aprovecharon su capacidad y su experiencia.
Así, fue Director de Aduanas en el Consejo de Estado, Vicegobernador del Banco Central en el gobierno de Juan Bosch y Gobernador del Banco Central, también, en el mandato constitucionalista del coronel Francisco Alberto Caamaño, además de otras funciones durante el gobierno provisional de García Godoy. Su eficiencia y su probidad fueron reconocidas por la Oficina Nacional de Planificación cuando en 1978 le otorgó la Medalla al Mérito del Servidor Público.
Supo desempeñarse en la tiranía sin doblegarse ni involucrarse en actos indignos. Para nosotros resulta cuesta arriba hacer juicios sobre papá porque, naturalmente, van a ser parcializados, pero la verdad es que aprendimos muy temprano los aspectos negativos de la dictadura.
Era empleado oficial, no un servidor de Trujillo, así se manejó y se mantuvo. Evitó, estando en cargos muy importantes, su participación demasiado activa en actos conmemorativos y de loas, nos enseñó que no era un régimen conveniente y sus hijos participamos en movimientos estudiantiles en contra de Trujillo.
Terminamos saliendo del país en los años 60. Yo, particularmente, tuve algunos problemas con el régimen, que me señaló, y a papá le aconsejaron sacarme. Cuando vinimos a ver estábamos todos fuera del país, relata Heriberto.
Un testimonio del carácter indomable de Luis Scheker Hane fue la visita que hizo a Juan Bosch, a Cuba, sabiendo que éste era un perseguido político. El propio Bosch le increpó: Luis, tú no puedes venir a saludarme, yo soy un individuo vigilado, el que se junta conmigo se contamina.
Logró que Francisco Prats Ramírez, connotado colaborador del régimen que había sido su compañero en la Sociedad Literaria Atenea y su superior en La Opinión, lo liberara discretamente de escribir un trabajo de alabanzas al sátrapa y, aunque tal vez alguna vez debió desfilar frente al caudillo, no comprometió su dignidad ni empeñó su palabra.
Antonio Ocaña contó que tras el ajusticiamiento, don Luis escribió a un enemigo del régimen, entonces muy buscado por familiares de Trujillo todavía presentes en la República: No regreses mientras Ramfis se encuentre en el país pues por tu cabeza no dan un colorao.
Pero en el amigo pudo más la devoción que la sensatez, según el arquitecto, y al verlo llegar al aeropuerto don Luis sólo pudo reaccionar con un Estás loco ¿Por qué has vuelto?. Lo trasladó a su residencia en su automóvil de Director de Aduanas.
Para Luisiana, Luis Antonio y Heriberto, el legado mayor que les dejó su padre fue un compromiso con la honestidad, el servicio, la eficiencia, la importancia de la vida sencilla, lo insustancial que son las vanidades. Papá no dejó de trabajar nunca. Cuando cesó como funcionario fue consultor de empresas privadas y tenía su oficina de abogados.
Lo recuerdan disfrutando zarzuelas, valses, tangos, óperas, operetas, criollas, danzones, grandes pianistas e intérpretes como Beniamino Gigli, Tito Gobby, Eduardo Brito, Guty Cárdenas, Carlos Gardel, Barbarito Diez, Lucho Gatica, pero sólo a la hora de afeitarse, y estampándoles un beso, costumbre muy propia de los árabes, aun siendo ya profesionales.
Luis Scheker Hane nació en el Santo Domingo el 21 de junio de 1907. Terminó sus estudios universitarios en 1943. A los veinte años comenzó a trabajar en La Opinión como redactor, corrector de pruebas y cronista deportivo que firmaba con el seudónimo Chacón. El 22 de diciembre de 1935 casó con Ana Ortiz Peña, reconocida maestra nativa de Sombrero, Baní.
Devoto de la unión familiar, frugal, de gustos sencillos, se transportaba en un viejo Peugeot hasta años antes de su fallecimiento, el tres de junio de 1985, tras sufrir una accidentada caída en su residencia de la Desiderio Valverde, en la Zona Universitaria.