Vista hoy como una realidad científica, la manipulación del clima trae consigo algo más que lluvias. Esperanzas y miedos rondan la cabeza del habitante de este hermoso planeta, y porqué no, de nuestra región, dado el impacto negativo que en todos los órdenes ha representado en los últimos meses la sequía que afecta a las islas del Caribe, en especial La Hispaniola y Puerto Rico. Echemos un vistazo a los beneficios de la manipulación del clima, sin que escape a nuestra vista las controversias que genera y las teorías de conspiración de las cuales es protagonista.
Una breve ciudadanía científica
La modificación del clima obtiene “carné” de seriedad a partir de 1946, cuando los científicos Vincent Schaefer y Bernard Vonnegut descubrieron métodos para alterar la temperatura de las nubes (el primero) y modificar la formación de cristales de hielo (el segundo) a través de la inyección de yoduro de plata, actividades esenciales para provocar la ocurrencia de precipitaciones, de agua o nieve según el caso, lo que hoy se conoce como siembra de nubes o bombardeo de nubes. Estos descubrimientos fueron puestos en práctica asombrosamente rápido, y se utilizaron en nuestro país desde la dictadura trujillista.
Aunque corriendo el riesgo de ser desacreditado, por ejemplo, por los descubrimientos, experimentos y declaraciones llevados a cabo por el psicoanalista –sí, leyeron bien– Wilhem Reich, la modificación del clima ha devenido un campo de estudio cuyas aplicaciones van desde beneficiosas hasta bélicas. De 1967 a 1972 se utilizaron por la milicia estadounidense en el teatro de operaciones de la Guerra de Vietnam para extender los efectos de la temporada del monzón de 30 a 45 días, en perjuicio de las actividades del ejército vietnamita.
Como toda actividad científica, las aplicaciones y los métodos han evolucionado, ya no solo se provocan ciertas condiciones climáticas, sino se impiden, como la prevención de lluvia en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos Olímpicos Beijing 2008. En este aspecto de prevención de tormentas, entre los años 60 y los 80 se pretendió alterar, modificar o debilitar desde tormentas hasta ciclones tropicales, utilizando el mismo principio de inyección de yoduro de plata que en la siembra de nubes para alterar la estructura de la tormenta, mediante el vuelo de aviones dentro de la tormenta. En la práctica se llegó a la conclusión de que la hipótesis era errada, lo cual no fue una pérdida total, pues los métodos para la predicción de dichos fenómenos se beneficiaron de las observaciones durante los vuelos.
“Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva…”
El método de modificación que más éxito ha tenido, no sin detractores, es el de siembra de nubes y en él nos detendremos un momento. Con él se pretende alterar la cantidad y el tipo de precipitación obtenida de las nubes, a través de la adición de sustancias químicas, tales como yoduro de plata, yoduro de potasio, dióxido de carbono y hasta sal de mesa, por sus características higroscópicas (acumulación de humedad). El efecto de estos componentes es el aumento de condensación, lo cual trae como consecuencia que las gotas de agua presentes en las nubes –y que no se precipitan porque todavía no encuentran la temperatura adecuada– aumenten de peso y que llueva.
En etapa experimental
Se están realizando alentadores estudios con tecnología láser, que en laboratorio han replicado los efectos de siembra química de las nubes, como una alternativa limpia para la modificación del clima. Jean-Pierre Wolf, físico suizo al frente de este proyecto, cita como limitantes la potencia necesaria para utilizar el láser a gran escala (la cual debe ser enorme, ya que para el experimento de laboratorio “solo” necesita un terawatt, equivalente a toda la energía generada por las plantas nucleares de todo el mundo) y parámetros técnicos que aún deben ser controlados.
Nubes oscuras, teorías de conspiración
Como casi toda actividad científica en estos días y dado su potencial de uso en aplicaciones militares, la modificación del clima no escapa a las teorías de conspiración. La más común es la atribuida al programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia, o HAARP por sus siglas en inglés, iniciativa conjunta de la Fuerza Aérea, Marina, Agencia de Investigación Avanzada de Proyectos de Defensa y la Universidad de Alaska. Dicho proyecto tenía como propósito conocer mejor las propiedades de la ionosfera y utilizar este conocimiento para potenciar mejores sistemas de comunicaciones y sistemas de alerta temprana contra misiles.
“…Trae la lluvia y quita el sol”
Aunque en sentido contrario la invocación a San Isidro que cantábamos los niños que no podíamos salir a jugar por el mal tiempo, la verdad es que la lluvia es un bien anhelado, sobre todo en tiempos de sequía como la que aqueja a nuestro país desde hace ya varios meses. En consecuencia todo auxilio que pueda prestar la ciencia es bienvenido, especialmente la siembra de nubes.
En República Dominicana la siembra de nubes se lleva a cabo desde hace muchas décadas, sin que al presente se cuente con datos organizados acerca del efecto surtido por los bombardeos de nubes en los cielos de Quisqueya. Recientemente y como respuesta a una sugerencia de siembra de nubes para enfrentar la ausencia de lluvia en el marco de esta sequía, las autoridades del área meteorológica descartaron la aplicación de estos métodos, citando que para que sea exitoso debe existir nubes que ya estén cargadas de gotas de agua, lo cual es cierto, y además que solo garantizaría como máximo un aumento del 15% en los niveles de precipitación.
Aparte del hecho de que un 15% de algo es preferible al 100% de nada, y si otros países con tradición de un manejo serio de los temas ambientales han puesto en práctica estas tecnologías, no vemos razón para no hacerlo de manera organizada y científica en nuestro país. Lo cierto es que, en nuestra nación, colocada en el mismo trayecto del sol, y también de las tormentas, huracanes y sequías, hace falta una aproximación más científica y con más recursos económicos por parte de todos los sectores productivos, no solo el Gobierno, pues los efectos devastadores de las inundaciones, pérdida de actividad turística, pérdida de cultivos e incendios forestales no deben ser solo preocupación del Estado.
Súmase a esta realidad que eventos como la sequía que nos afecta, no son causa, sino consecuencia de otras “modificaciones” que tienen mucho tiempo realizándose en nuestro país, como la deforestación y depredación de las cuencas de los ríos. Sirva pues como una propuesta y un llamado a acción por parte de todos los que les interesa una República Dominicana verde, viva y sostenible investigar y, sobre todo, invertir en tecnologías que nos permitan revertir los efectos del daño al medio ambiente; de lo contrario nos quedará como remedio seguir quejándonos del calor, la carestía y escasez de productos agrícolas e invocar la ayuda de San Isidro.
Diferentes métodos pueden utilizarse para la siembra de estos materiales en las nubes:
- Dispersión directamente en las nubes desde aviones.
- Dispersión terrestre por medio de dispensadores.
- Dispersión directa a través de proyectiles y armas antiaéreas.
Otras aplicaciones, aparte de la lluvia, es la de precipitación de nieve, utilizada por resorts de esquí para prolongar y aumentar su presencia en sus territorios. Aunque en uso constante desde la década de los 50, la efectividad del método todavía es objeto de discusiones académicas, principalmente por la dificultad de recolección y poca disponibilidad de datos estadísticos acerca de la calidad del aumento de las precipitaciones. Un estudio reciente coloca la efectividad de esta actividad en un aumento de solo un 15% en la pluviometría sobre lluvias producidas de manera natural.
Por Milton Fernández
Ing. de Sistemas de Información
Twitter @MJFL1969