El merengue fue declarado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO), Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Hay sobradas razones. Es una inyección de alegría, energía ¡de vida! para el mundo, que une las diferentes clases sociales.
El merengue es un género musical bailable, que surgió de las entrañas del pueblo dominicano, a finales del siglo X1X. Proyecta su esencia. En sus orígenes era interpretado con instrumentos de cuerda como la mandolina y guitarra. Luego fueron sustituidos por los que caracterizan el merengue típico: güira, tambora y acordeón. Al conjunto le llamaron Perico ‘Ripiao’.
Los instrumentos representan tres culturas, que de una u otra forma, están presente en la dominicana: la tambora, representa la cultura africana; la güira, la taina o aborigen y el acordeón, la europea, pues llegó desde Alemania. Luego introdujeron el saxofón.
Con la entrada de instrumentos de vientos, el ritmo evolucionó. Formaron orquestas. Ahora hay dos tipos de merengue: el folklórico o típico que siguen en los campos y el de salón, propio de los centros urbanos. Cuando llegó al poder Rafael Trujillo, lo convirtió en la música nacional obligada en actos sociales y oficiales. Penetró en todos los estratos sociales.
Este ritmo y la forma como se baila, habla del temperamento del dominicano, del trópico: alegre, extrovertido, caliente. Es cadencioso. Se baila en pareja. El hombre y la mujer no se sueltan. Hay paseo, jaleo, movimientos sensuales, coqueteos. La mujer exhibe su gracia, zarandeando la cadera y el hombre la ayuda. A diferencia de otros ritmos, la sonrisa, miradas picaras, conversación, la fuerza interior, fluyen.
Una vez conocido el merengue, el solo mencionarlo ilumina el rostro. Traslada, mentalmente, a la laboriosidad de la gente del campo, a las enramadas, escenarios de compartir y gozar, después de una dura faena de trabajo… Escucharlo inspira a bailar, mover el cuerpo.
Desde el 2005 se declaró el 26 de noviembre, Día Nacional del Merengue.
La idea del comunicador Rafael Chaljub de establecer una “Casa del Merengue”, me encanta. Esa inyección de alegría que habla de nuestra cultura, debe facilitárseles a los turistas. Debemos darle la oportunidad de conocer nuestra esencia. El merengue es súper representativo.
La Casa del Merengue o como decidan llamarla, debe ser abierta con música permanente, imágenes de todos los tiempos, museo de los equipos, historia de sus intérpretes, presentaciones de los mismos, espacio para enseñar los turistas a bailarlo, charlas y conferencias educativas sobre sus orígenes y evolución. Un pago mínimo a la entrada, ayuda con los gastos.
Procede que el ministerio de Cultura, de Turismo y el sector privado, con la cooperación de merengueros y promotores, tomen las riendas de este significativo proyecto y no lo suelten, hasta que la Casa del Merengue sea una realidad.
Por Venecia Joaquín