Al término de un año muy difícil, que nos deja la tristeza de despedir a seres queridos, y nos lleva a la acción de aplicar estrategias inusitadas que ponen a prueba la capacidad de seguir adelante, debemos elevar una plegaria al Sumo Hacedor para que el nuevo año llegue colmado de bendiciones para todos.
Inesperadamente el mundo cambió y la vida cotidiana nos da un giro covidiano que nos coloca en stand-by como observadores del cataclismo que engendra la conmoción del temor a lo desconocido.
No te acuestes sin estar enterado…, dicen los medios informativos, y al mover el cursor te das cuenta que la pandemia es universal, que los mercados de nuestro destino han sido severamente golpeados… y te dan ganas de llorar…
No obstante, hay que trabajar. Trabajar muy duro para ganarle tiempo al tiempo y estar listos para asumir con responsabilidad nuestro compromiso de iniciar la circulación de La Cotica a la llegada del invierno, como todos los años desde hace más de tres décadas. Para llevar a esos países de clima riguroso el mensaje de nuestra gente que vive a orillas del mar Caribe, donde permanece un clima primaveral agradablemente fresco durante todo el año.
Pero los días pasan y pesan y la salud mundial se deteriora. Estamos en la antesala del nuevo año sin saber a qué atenernos ante un ENEMIGO GLOBAL, que aparentemente se destruye con jabón de cuaba y, sin embargo, todavía la OMS no tiene un diagnóstico ni un tratamiento efectivo aplicable a nivel universal.
SOLO UN PUEBLO ALIMENTADO Y EN SALUD TRABAJA Y PROGRESA.
¿Podremos confiar en la eficacia de las vacunas exprés? Esperamos que sí y que sean la luz al final del túnel que nos permitan contar la historia del día después.
Bendiciones para todos.