Muy temprano en mi vida quedé convencida del gran privilegio que fue el haber nacido en esta tierra. Y más temprano que tarde, hice el compromiso, conmigo misma, de convertirme en una “caja de resonancia” para difundir todo lo que la naturaleza nos ha regalado y de todos los servicios que el país ofrece derivados de las cuantiosas inversiones realizadas por dominicanos y extranjeros para desarrollar la industria del turismo.
Siento que soy una mujer bendecida porque he logrado formar una hermosa familia que ya va por la tercera generación y además el Señor me ha concedido, que durante más de cinco décadas esta usuaria aventajada de las virtudes de nuestra tierra haya también logrado convertirse -hasta donde mi esfera de influencia me lo permite- en pregonera ad vitam de sus tesoros y de la alegría, calidez, hospitalidad y el buen corazón de mis coterráneos.
Y es este mismo compromiso conmigo misma y con todos ustedes lo que me obliga a compartir hechos que nos laceran el alma, pues sin haber hecho reservas para ello, hace unas semanas, al llegar al parqueo de mi hogar al mediodía, me convertí en otra víctima de la violencia y el ultraje que campea por su respeto en nuestra isla amada… en nuestra hermosa ciudad… Traté de negociar… pero me rastrillaron una lustrosa pistola negra de 9 mm y tuve que entregar mi reloj que llevaba desde hacía treinta años en la muñeca.
“… y tanta será la maldad de los hombres que el amor se enfriará en muchos…” por eso hoy más que nunca, Señor, te pido, que no permitas que el entusiasmo por el trabajo que con tanto amor realizamos se enfríe.