En torno a los alimentos eco y la agricultura orgánica se ha escrito mucho. Sin embargo, a la conclusión a la que han llegado los expertos es que, a pesar de ser más caros, los alimentos ecológicos son más seguros, al pasar un doble control; por lo tanto, son más saludables y representan condiciones más justas para la cadena alimentaria.
De una forma u otra nos preocupamos por llevar una dieta lo más saludable posible, aunque la mayoría de las veces no lo consigamos y caigamos nuevamente en la tentación de platillos con exceso de sal, grasas saturadas y azúcares. Incluso, muchos entienden que comer sano es repartir de forma adecuada y equilibrada los diferentes nutrientes que necesita nuestro organismo.
Nada más alejado de la realidad. Con esa supuesta norma dietética lo que estamos es intoxicándonos. Según un estudio realizado por la Alianza Europea para la Salud y el Medio Ambiente (HEAL), esos llamados “alimentos sanos” pueden aportarnos más de 100 residuos químicos, entre los que se encuentran decenas de plaguicidas, perturbadores endocrinos (responsables del aumento de numerosos problemas de fertilidad) y sustancias sospechosas de ser cancerígenas.
Comer solo alimentos eco
Los investigadores señalan que hasta las dosis mínimas de esos productos químicos tienden a acumularse en el organismo. De ahí que recomienden una manera inequívoca de nutrirnos: consumiendo solo alimentos bio. Optar por ellos es una opción responsable que beneficia nuestra salud y el equilibrio nutricional, y contribuye, además, a mantener la salud y biodiversidad del planeta.
Con la ingesta exclusiva de alimentos bio limitamos en gran medida los residuos químicos que se acumulan en nuestro interior, ya que en la agricultura ecológica los plaguicidas y otros productos fitosanitarios están prohibidos. Lo ideal es que esos alimentos sean productos locales y de temporada, lo cual evita la presencia de antifúngicos y conservantes debido a que los circuitos de distribución son más cortos.
Los fertilizantes a base de nitrógeno (N), fósforo (P) y potasio (K) que usa la agricultura convencional para hacer que las plantas crezcan más rápido se quedan en las verduras y vegetales que consumimos, y hacen que estos alimentos concentren más agua, lo que reduce su contenido total en nutrientes. La agricultura ecológica, en cambio, intenta promover la fertilidad natural de la tierra mediante la rotación de cultivos y la utilización de fertilizantes naturales elaborado con restos vegetales o estiércoles de animales.
Lo más bio posible
En los cultivos convencionales de frutas y hortalizas se usan unos 400 plaguicidas diferentes. Según la Oficina Estatal de Control Químico y Veterinario de Alemania, por cada kilo de cereales, frutas y hortalizas bio que ingerimos, evitamos tragarnos unos 0,4 miligramos de plaguicidas y, por tanto, nos ahorramos riesgos de problemas alérgicos, neurotóxicos y cancerígenos, ya que los expertos afirman que a largo plazo no existen dosis de restos de plaguicidas que puedan ser consideradas seguras para el ser humano.
La pérdida de valor nutricional en los alimentos convencionales se debe, por un lado, al empobrecimiento que sufren los suelos debido a la sobreexplotación, a la sustitución de las variedades tradicionales por variedades híbridas o comerciales, a las recolecciones prematuras o maduraciones en cámara y a las grandes distancias que recorren los alimentos hasta llegar al consumidor.
Varios estudios han demostrado que los alimentos bio contienen más vitaminas y sales minerales. Una investigación auspiciada por la Unión Europea entre 2004 y 2009 mostró niveles más altos de ácidos grasos poliinsaturados en carnes y hasta un 90% más de vitamina C en frutas y hortalizas. Estudios realizados en España arrojaron que las verduras ecológicas tienen una mayor concentración de minerales y vitaminas: 25% más de potasio en lechugas, 16% más de hierro en judías, 14% más de calcio en tallos de hinojo, 20% más de vitamina C en el zumo de naranja y 10% más en el pimiento verde.
Los estudios recientes han concluido que los alimentos bio son nutricionalmente superiores y beneficiosos para la salud. No usar abono ni pesticidas en los cultivos orgánicos les lleva a acumular entre un 18% y un 69% más de compuestos antioxidantes, que pueden tener un papel beneficioso frente a enfermedades cardíacas, cáncer y otras patologías.
La importancia de la cultura bio
La cultura bio es un modo de producción que respeta los terrenos de cultivo, los ciclos naturales, las especies locales más adaptadas y la biodiversidad. Se calcula que las técnicas agrícolas convencionales han destruido un 25% de la biodiversidad. Cuando se consumen alimentos procedentes del mercado local, se gasta menos energía en el transporte y en la producción y eso produce menos gases con efecto invernadero.
El uso masivo de plaguicidas en ciertas regiones ha hecho descender de tal manera la población de insectos que hay que hacer la polinización de manzanos, almendros u hortalizas de forma manual o importando las abejas. Y esto tiene un costo muy elevado.
La calidad del agua del planeta también se ve afectada por el uso masivo que hace la agricultura y la industria de los plaguicidas y fertilizantes artificiales. Por ejemplo, en Francia, que es el segundo país del mundo, después de Estados Unidos, en consumo de plaguicidas, el 96% de sus aguas fluviales y el 61% de sus aguas subterráneas están contaminadas con restos de plaguicidas. Esta degradación no solo afecta a peces y anfibios, sino también a nuestra salud.