Conociendo la posición geográfica privilegiada que ocupa nuestro país en la región del Caribe y la intención tácita de fortalecer las relaciones diplomáticas y comerciales iniciadas luego de la visita del presidente Danilo Medina a China, sería interesante aprovechar esta magnífica oportunidad para dejar instalado en República Dominicana, con la cooperación internacional asiática, un hub logístico regional como centro de operaciones y conexiones, capacitado técnicamente para centralizar la función de una red extendida, con el propósito de ampliar la comunicación eficiente hacia otros centros neurálgicos importantes establecidos en las rutas programadas. Un centro de esa naturaleza genera beneficios sustentables por la creación de empleos asociados a la logística.

Es obvio que un proyecto de esa envergadura precisa enfatizar señalamientos básicos como seguridad ciudadana y jurídica; estabilidad política y económica; y servicios públicos eficientes confiables que motiven a los inversionistas y a las instituciones financieras nacionales y extranjeras a participar en el mismo. Pero hay un escollo donde todo puede perecer: la frontera dominico-haitiana.

Desde el Tratado de Aranjuez firmado en 1777 entre España y Francia, que estableció las fronteras de La Hispaniola, los esfuerzos realizados en los casi dos siglos y medio transcurridos han fracasado, y aun cuando actualmente está designado el Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT) que demanda un rubro importante del presupuesto nacional para sostener sus operaciones, hasta ahora la frontera es un terrible dolor de cabeza crónico para todos y el Masacre todavía se cruza a pie.

Si hay un país en el mundo que sabe de murallas, es China. Si hay una potencia que conoce cómo usar la tecnología, es China, y si usted, señor presidente Danilo Medina, tuvo la visión de organizar los detalles correspondientes para llevar a feliz término algo tan extraordinario como iniciar relaciones diplomáticas con esa nación asiática, corone el éxito alcanzado iniciando con ellos la construcción de una autopista internacional que recorra los 358 kilómetros demarcados por las pirámides que señalan los hitos numerados que llegan desde Montecristi hasta Pedernales, sustentado para dar cumplimiento al mandato del artículo 10 de la Constitución.

Una autovía internacional protegida y resguardada por todos los avances que permite aplicar la tecnología de vanguardia, organizada y de uso reglamentado por el cumplimiento irrestricto de la ley, posibilita el mercado bilateral fluido, favorece la economía de los dos países y se paga sola sin atropellar a nadie. Algo que nunca se ha hecho, ni aquí, ni en Pekín.

Como reconozco que soy una soñadora impenitente que hace más de 50 años imaginé lo improbable, y la vida me ha permitido acompañarles hasta ver la materialización de la esperanza, hoy renuevo la ilusión y visualizo lo atractivo que sería para el turista que llegue en crucero por el puerto de Manzanillo conocer dos etnias diferentes apostadas en el camino que lo lleve desde el océano Atlántico al mar Caribe, donde acamparía para disfrutar sus vacaciones en un resort de calidad internacional ubicado en Bahía de las Águilas o en Isla Beata.

Pienso que en la misma forma en que en la actualidad la tecnología facilita el comercio ilegal, así también puede detectarlo y crear plataformas más seguras para ejercerlo como Dios manda.