Casa de Teatro nunca dejará de ser un trampolín para aquellos talentos que lo necesiten. Esa ha sido la máxima de su fundador y director, Freddy Ginebra Giudicelli, un hombre al que la cultura dominicana le debe tanto, que nos faltarían páginas para enumerar sus hazañas y contar sus enriquecedoras anécdotas.

La institución que fundó hace 45 años está más lozana que nunca. A propósito del aniversario le recuerdo lo que dijo cuando Casa de Teatro arribó a sus tres décadas, que “su misión principal era dar cabida a los artistas anónimos que no tenían la vía para dar a conocer sus trabajos”. No lleva récord de cuántos cantaron, pintaron, fotografiaron, bailaron o actuaron por primera vez en esta vieja casa colonial. “Han sido muchos. A veces hasta me sorprendo cuando alguien me dice: “Allá fue que di mis primeros pasos”. Mi misión es estar aquí, abrir puertas, facilitar todo lo que esté a mi alcance, tender la mano para que ese naciente artista pueda dar sus primeros pasos y convertirse lentamente en una estrella o en lo que debiera ser”, confiesa Freddy.

¿Diría que Casa de Teatro es como su obra maestra? 

No sé si es mi obra maestra, es mi pasión y mi sueño permanente, mi motivación constante, mi aporte al país, mi camino. Mi compromiso serio con la vida, ¿qué más?

Usted es un ejemplo de que hay que perseguir los sueños, sin importar los obstáculos. Se hizo abogado en la UASD –solo para complacer a sus padres–, pero estudió Periodismo y Televisión en Nueva York. Y por si fuera poco, a su regreso fundó Casa de Teatro. ¿Qué les dice a esos padres que creen que toman las mejores decisiones para sus hijos sin pensar en la vocación de estos?

El mundo cambió. En mi época los hijos hacían lo que les pedían los padres, hoy los hijos hacen lo que les da la gana. Época difícil. Ahora la misión del padre es siempre la de orientar, sugerir, apoyar, dar consejos aunque no lo escuchen. La vida en estos tiempos es muy competitiva, y joven que no se prepara está abocado al fracaso. La competencia es feroz en todos los ámbitos y la única respuesta para realizar los sueños es disciplina y preparación. Los caminos fáciles no conducen más que al infierno, y el dinero y el poder son tentaciones que ciegan y confunden creando un mundo falso de espejismos.

¿Qué papel ha jugado la publicidad en la vida de Freddy Ginebra?

Durante muchos años fue mi medio de vida. La publicidad ha sido mi profesión además de abogado (ya sabes que lo de abogado fue un accidente). Hice televisión y la disfruté muchísimo. He tratado de que todo lo que haga se convierta en pasión, no hay otra manera de vivir. De lo contrario, la vida sería una pesadilla y desde hace muchos años me comprometí con la alegría.

Con Cuba lo atan lazos indisolubles. ¿Qué tiene La Habana que es como su segunda casa?

Una ciudad sin un amigo no es más que un fantasma que puede ser atractivo o desagradable. En La Habana muchos amigos la hacen, además de su indiscutible belleza, una de las ciudades que más quiero. Cuba es un cantero de artistas extraordinarios que hacen que cada visita sea un acontecimiento cultural. La Habana posee una magia que atrapa al visitante. 

En los tiempos que corren, con tanta penetración cultural de Estados Unidos como imperio
–aunque por ahí vienen los chinos–, cómo pueden República Dominicana y el Caribe mantener y cultivar sus raíces, no doblegarse? 

Es difícil escapar de las grandes potencias pero creo que en la medida en que los dominicanos y todo el Caribe tomen conciencia de la riqueza de su identidad podremos sobrevivir. Soy un dominicano orgulloso, caribeño hasta la tambora. Cuando oigo un merengue o una bachata vibro y sé que este país está bendecido por Dios. 

Llegar a protagonizar una película fue como salir de su zona de confort, aunque desde niño había soñado con hacer cine. ¿Cómo fue la experiencia de interpretar a un paciente de alzhéimer? ¿Ve cierta ironía con el hecho de haber escrito dos volúmenes titulados Antes de que pierda la memoria

Lo del cine ha sido el mayor regalo en el otoño de mi vida y hacer un protagónico de un enfermo de alzhéimer uno de los mayores retos. Siempre he vivido haciendo camino al andar, ya casi había descartado la posibilidad del cine hasta que un día un director me descubrió (Pinky Pintor) en un centro comercial (como sucede en Hollywood) y me hizo la oferta. Saltar al vacío me devolvió la juventud perdida. Hace muchos años que escribo lo que recuerdo para cuando llegara ese momento de olvidar pudiera leer lo escrito. Van ocho películas y estaré dispuesto a hacer cine todas las veces que me llamen. Es mi nueva profesión a los 75. Uno debe de estar dispuesto siempre a aprender y seguir transitando sus sueños. Reinventarse es la clave de la eterna juventud.

No es un secreto que no le agradan los reconocimientos. ¿Por qué? Y mire que no le han faltado: el Festival de Cine Global Dominicano en su 11a edición le entregó el premio Camilo Carrau como “Orgullo Nacional en el Cine”; en Francia lo nombraron Caballero de la Ordre des Arts et des Lettres; la Embajada de España lo condecoró con la Orden de Isabel la Católica, en el grado de Cruz de Oficial; ha sido candidato a “Hombre del Año” por Diario Libre, entre otros tantos reconocimientos por sus significativos aportes al desarrollo artístico y cultural del país. 

Premiarme por hacer lo que vivo con tanta alegría no es mérito. Agradezco todos esos reconocimientos como parte de la vida, no me hacen ni mejor ni peor. Son detalles que recibo con humildad. He sido un ser privilegiado, todo me ha costado mucho trabajo y mi Dios, que sabe y me entiende, ha puesto estos estímulos para compensar muchas veces la cuota de dolor asignada en mi tránsito. Porque como ha dicho Catalina mi nieta de ocho años un día que vino a mí llorando por algo muy triste que había visto en la TV: “La vida, abuelo, es una mezcla de alegrías y tristezas, y mientras más rápido lo aprendas, más fácil se hace mantener el equilibrio y sonreír”.

Su paso por el Clúster Turístico de Santo Domingo lo acercó aún más a la ciudad que tanto ama. ¿Cómo fue ver la Ciudad Colonial con los ojos del turismo? 

Diez años que me hicieron crecer entendiendo que tenemos un gran tesoro y que debemos de preservarlo y cuidarlo. Santo Domingo es mi ciudad y quisiera que cada día estuviera más limpia, más ordenada, más segura, más llena de luz y que también cada día nosotros sus habitantes aprendiéramos a vivir en armonía y entendiendo la gran responsabilidad que tenemos todos de mantenerla así. Una ciudad no son solo los gobiernos que la rigen, son también sus habitantes que la viven y en la medida que nos eduquemos todos y vivamos con responsabilidad nuestros espacios, la ciudad crecerá en todos los sentidos. El clúster fue una gran experiencia y es una institución necesaria para mantener la sinergia entre los que lo componen.