Vivimos en un mundo cada vez más influenciado por las redes sociales y los medios de comunicación. Nos venden una imagen de lo que “debemos ser y cómo serlo”. La realidad es que más que una imagen, es una ilusión. Tanto es así, que incluso las celebridades –hombres y mujeres por igual– nos muestran esas imágenes de “cuerpos perfectos” que anhelamos y para ello utilizan “trucos”, como photoshop, maquillaje, estilismo y un sinfín de “maniobras” digitales para vendernos su perfección. Y aún así les puedo asegurar que la persona “más perfecta” o con un cuerpo “ideal” tiene sus propios complejos. ¿Por qué? Porque todos somos humanos y nadie es perfecto.
Querer tener el control de todo, que nos salga a la perfección y que, por ende, seamos perfectos, nos impide crecer. ¿Le ha pasado que a veces desea hacer algo pero no lo hace porque sabe que no le quedará perfecto? A veces dejamos de hacer cosas o vivir situaciones porque desconocemos sus consecuencias. Querer alcanzar la perfección puede ser causa de su infelicidad, al exigirse obsesivamente más y esperar mucho de los demás.
La perfección es una paradoja, pues los seres humanos somos seres diferentes y cambiantes. Lo que es perfecto para usted, para otros no lo será, o más aún, al cabo de un tiempo probablemente tampoco lo será para usted mismo. A medida que pasa el tiempo nuestras experiencias nos van moldeando y las situaciones que vivimos nos van cambiando.
Por más que trate de ser el hijo, el empleado, el padre o quien sea “perfecto”, más infeliz será. Piense bien, ¿a base de quién quiere lograr esa perfección? ¿La suya, la de sus padres, la de su jefe, la de la sociedad? Está buscando llenar unas expectativas ante una sociedad que nos dice que siempre se puede dar más, que siempre se puede ser más. Si llega a la cúspide de lo que usted entiende que es su perfección, siempre habrá alguien insatisfecho o que le dirá que no es suficiente. Esa insatisfacción que vive constantemente destruye su autoestima, su ser y vive una vida llena de frustraciones e infelicidad.
Ahora se preguntará, ¿y entonces? ¿Qué hago? ¿Me conformo? ¿Cambio mis metas, mis sueños? ¿Dejo de exigirme? No, más bien se trata de enfrentar y aceptar nuestra realidad y nuestros límites. Si bien es cierto que podemos lograr lo que nos propongamos, también lo es la forma en que lo haga y el tiempo que le tome depende de usted, de su personalidad y de su ritmo.
No es buscar la perfección, sino aprender, crecer y conocernos en el trayecto. No tenga miedo de cometer errores, es mejor que no hacer nada ni aprender. Sus errores son las mejores oportunidades para crecer. Busque una perfección basada en su realidad, la realidad de que nadie es perfecto, pero cada quien es perfecto a su manera. Busque un equilibrio entre la motivación, lo que se exige a sí mismo y sus metas.
Muy fácil decirlo, pero ¿cómo hacerlo? Tan solo empiece, un día a la vez. Lo primero es reconocer el porqué busca la perfección, ¿para sentir que vale? ¿Para demostrarle algo a alguien? ¿Para sentirse aceptado? ¿Para poder permanecer en control?
No necesita la aceptación ni el reconocimiento de nadie para poder ser usted, para amarse y valorarse. Puede controlar la forma en que se comporta e incluso su actitud y parte de sus emociones, pero no podrá tener control de sus sentimientos. Cuando entendamos que nunca podremos controlar todo, ni siquiera a nosotros mismos, viviremos como seres más plenos y felices.
Como ser humano que es, siempre hay algo que puede mejorar, que esa sea su mayor motivación. Tenga la capacidad de arriesgarse y cometer errores, de aprender y redescubrirse.
Les invito a aventurarse sin buscar la perfección, que apueste a usted y a sus sueños, ya que nunca habrá un momento más perfecto que este que está viviendo.
Por Sylvia Patricia Chabebe
Psicologa Clinica/ Terapeuta Familiar y de Pareja
schabebe.wordpress.com