Auténtica y fresca, Sucre debería ser una parada obligatoria para el viajero que llega a Bolivia. Podría afirmarse que a esta ciudad, de unos 310.000 habitantes y localizada en la parte central sur del país, Latinoamérica le debe su independencia o al menos ser reconocida como gestora de ese sentir revolucionario.
Aquí se encuentra una de las universidades más antiguas de América, la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, fundada el 27 de marzo de 1624 y donde grandes hombres forjaron sus ideas independentistas. La ciudad fue la sede del primer pronunciamiento libertario en América Latina, el 25 de mayo de 1809, y sirvió de escenario para la creación de la República de Bolivia, cuando el 6 de agosto de 1825 se firmó el Acta de la Independencia.
Pero Sucre es mucho más que turismo histórico. Sus habitantes sienten orgullo de su urbe, que en cada rincón exhibe su pasado colonial. Se le considera una de las ciudades de arquitectura hispánica mejor conservadas en América; es una delicia recorrer su red de plazoletas, parques y calles empedradas, y admirar sus iglesias antiguas, fuentes labradas en granito, techos de tejas color naranja, casas de fachadas blancas pintadas con cal, razón por la que algunos le llaman Ciudad Blanca. Situada a unos 2.800 metros de altitud, a lo largo de la historia ha sido bautizada cuatro veces: La Plata, Charcas, Chuquisaca, y Sucre, por lo cual no están errados quienes la denominan “ciudad de los cuatro nombres”.
Arquitectura colonial
Entre la abundante arquitectura religiosa se destacan la iglesia de San Lázaro, la más antigua, construida en 1544, el convento de San Francisco Javier y la iglesia La Merced. La Catedral Metropolitana de Sucre, ubicada en la Plaza 25 de Mayo, comenzó a construirse en 1551 y se terminó casi un siglo después. Mezcla los estilos renacentista y barroco, con influencias mestizas; y en uno de sus sectores funciona un museo de arte sacro, uno de los más importantes de Bolivia.
El convento de San Felipe Neri, cuyos trabajos se iniciaron en 1795, es una de las obras religiosas más interesantes de Sucre, con un mirador que regala hermosas vistas de la ciudad. La Recoleta, también conocido como el Monasterio de Santa Ana de Montesión, fue creado en 1601 sobre las faldas del Cerro Churuquella por los padres franciscanos. Posee un museo con objetos religiosos, arte colonial y republicano, y un mirador. Enfrente se encuentran la fuente de la Peregrina, el reloj del sol, la caja de agua y la plaza donde se fundó la ciudad. Mientras se deleita con las vistas, puede degustar un aromático café en el Café Mirador.
En época de la colonia, Sucre fue sede de la Audiencia de Charcas, la Casa de Gobierno (hasta finales del siglo XIX) y la Casa de la Libertad, donde se firmó el Acta de la Independencia. Otro edificio que no podemos dejar de visitar es la Biblioteca Nacional, que conserva más de 100.000 piezas impresas desde 1493. Además de la universidad, entre las edificaciones civiles sobresalen el hospital (1554), el Arzobispado de Chuquisaca y la Corte Suprema de Justicia.
Por las afueras de la ciudad
A unos cinco kilómetros de Sucre se halla el Castillo de la Glorieta, de estilo único entre los edificios del período republicano. Quienes gustan de la aventura pueden programar una visita a la comunidad de Maragua, enclavada en una curiosa formación geológica que cubre aproximadamente ocho kilómetros en forma de concha, a la que llaman cráter (se formó por la erosión, no es de origen volcánico).
A 65 kilómetros de Sucre se encuentra el Mercado de Tarabuco, uno de los más auténticos de Bolivia. En la comunidad de Tarabuco sus residentes han conservado su vestimenta tradicional y sus costumbres, que pueden apreciarse en todo su esplendor en el mercado cada domingo. Es una oportunidad para admirar la bella artesanía local, en especial los vistosos tejidos de gran fama en el área, y es posible visitar los hogares de las tejedoras. Si tienes tiempo, trata de aprender un poco de lengua quechua para que te sea más fácil regatear en el mercado.
Sabores chuquisaqueños
La comida chuquisaqueña es muy peculiar y apreciada por locales y viajeros. Entre los platos más populares figuran los chorizos chuquisaqueños, que suelen servirse antes del mediodía y se acompañan de cerveza negra. Típicas de esta zona son las empanadas (“salteñas”), que se comen a media mañana, y la fritanga, un plato a base de carne de cerdo, ají colorado, cebolla y mote blanco. Otros platos que no defraudan son el mondongo, el karapecho y la sulka, que consiste en carne de res, maíz, ensalada de lechuga, tomate y cebolla. Las bebidas más populares son chichas de maíz, chichas de maní, guindado y cerveza.
Por Anita González Sigler
Redactora
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