A pesar de que en República Dominicana contamos desde hace unos años con la Ley de Protección Animal y Tenencia Responsable (248-12), la situación –aunque ha mejorado– sigue siendo bastante precaria. Y esto no necesita demasiada explicación, basta con salir a la calle y verla con sus propios ojos. La población canina y felina abandonada crece de manera indiscriminada, sin que las autoridades den una solución real a un problema social y sanitario importante, sin olvidar el aspecto estético.

Y no solo son las mascotas, también animales de finca que deambulan por carreteras poniéndose y poniendo en peligro a las personas. Y todo esto nos deja con una pésima imagen ante los turistas, quienes tienen una mentalidad diferente, más avanzada y no entienden el abandono ni mucho menos el maltrato. ¿Dónde radica el problema? Al ser un tema de la sociedad en general, todos debemos contribuir, y me refiero a todos los estratos, a las escuelas, entidades uniformadas, el Estado, etc.

La educación, un punto clave

Las personas pueden contribuir educando a sus hijos y a sus allegados sobre el respeto a los animales. Recuerde que todo lo que su hijo ve que usted hace o dice, lo repetirá. Si a usted no le gustan los animales, no los tenga, pero no los maltrate, pues su hijo hará lo mismo. Si ha pensado en tener una mascota, piénselo otra vez y tome en cuenta si está decidido a hacerse cargo durante toda la vida de ese animalito (en promedio 15 años). Es común encontrarnos con mascotas abandonadas o con personas que señalan: “Ya no quiero a este perro/gato, lo doy en adopción”; y con mucha frescura amenazan con botarlo a la calle si no se lo llevan.

Si ya está decidido a integrar un animalito a su familia, tome en consideración la posibilidad de adoptar, de esa manera evitamos la reproducción –y la consecuente sobreexplotación de las mascotas– y reducimos la población en refugios. No se imagina lo maravilloso de esta experiencia.   

Cuando encuentre una mascota en la calle, en peligro o que parecen perdida, ayúdela, llévela al veterinario más cercano y publique la información por las redes. No espere a que llegue una fundación a hacer el trabajo, pues todas están con muchísimos casos y el tiempo en que pudieran llegar podría significarle la vida al animalito.

Las escuelas y los colegios tienen la obligación de dar educación en valores a sus alumnos, y con esto nos referimos a la bondad y compasión por los indefensos, entre ellos los animales. Está comprobado que quienes maltratan a un animal, su siguiente víctima puede ser un ser humano, (usualmente los más indefensos: niños y ancianos). Por lo general esta conducta se observa desde la infancia. La educación sobre tenencia responsable de mascotas debiera ser una obligación, ya que enseña a los niños las responsabilidades que conlleva el tener un animalito en casa y decidir si quieren asumirlas.

Un trabajo de todos

En el caso del Estado, según la propia Ley 248-12, a través del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, el ayuntamiento del Distrito Nacional, los ayuntamientos de los municipios y las juntas de distritos municipales, está en la obligación de instalar casas albergues. En ellas los animales deben recibir cuidados veterinarios, higienización, alimentación, vacunación y una protección general que aporte al bienestar del animal para que pueda ser entregado en adopción o bien devuelto a sus dueños, en el caso de haberlos. Hasta la fecha, después de seis años de promulgada la ley, no contamos en el país con el primer albergue, y tampoco se muestra ni el más mínimo interés en la causa.

Asimismo, se señala que si los albergues son instalados por instituciones protectoras de animales, deberán recibir toda la ayuda económica y material posible para el ejercicio de sus fines. Nada de eso sucede, las fundaciones y los rescatistas independientes del país deben arreglárselas solos, con su propio dinero o a través de las pocas o casi nulas donaciones de particulares. No es justo que tengan que rogar por ayuda económica a través de las redes sociales para poder alimentar a los rescatados, pagar cuentas veterinarias, entre otras cosas, gastos que el Estado debiera asumir.

Lo único que se ha logrado, además de la ley, es la creación de la Unidad de Protección Animal, compuesta por una fiscal de Protección Animal, quien cubre todo el territorio nacional y no da abasto para asistir a audiencias y rescatar animales que se encuentran en las carreteras. Es imposible para una sola persona hacer esta labor. La Procuraduría debiera asignar más fiscales a la unidad o instruir a los fiscales repartidos en la geografía nacional para que acepten estos casos y sepan cómo manejarlos acorde con la ley, y que el maltrato en el país sea castigado.

El trabajo integral no resolverá la problemática de inmediato, pero es el puntapié inicial para un mejor país. Como decía Ghandi: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados según la forma en que se trata a sus animales”. Es momento de comenzar.

Daniella Mena
Directora Petz Magazine