Desde hace unos años el sargazo se ha convertido en un invitado indeseable y un verdadero problema en el litoral dominicano y de otros países caribeños. Esta espesa marea marrón de algas, que ahuyenta a los bañistas que vienen en busca de nuestras idílicas playas, es una lucha titánica cada año en nuestro sector turismo.


¿Qué la provoca? Los expertos afirman que es por el cambio climático (acelerado por la actividad humana, por supuesto) y la eutrofización de los océanos. Para ahondar un poco más sobre este concepto, que para algunos sonará nuevo, me remito al sitio iagua.es, donde definen la eutrofización como “el proceso de contaminación más importante de las aguas en lagos, ríos, embalses, etc., (…), provocado por el exceso de nutrientes en el agua, principalmente nitrógeno y fósforo, procedentes en su mayoría de la actividad del hombre”.


Estamos ante una realidad que nos azota de golpe, valga la redundancia: el sargazo es un ejemplo fehaciente de lo que el cambio climático puede hacer a nuestro planeta. República Dominicana tiene playas que figuran entre las mejores del mundo y de la región y es una pena que los turistas no pueden disfrutarlas o darse ese añorado chapuzón, además de tener que soportar el hedor de las algas que se acumulan y pudren en la orilla.


La organización internacional Greenpeace corrobora que la acción humana tiene su buena cuota de culpa, pues en gran medida la humanidad es responsables del incremento en la temperatura de la superficie del océano debido al cambio climático, lo que favorece la reproducción del sargazo; mientras que los cambios en las corrientes oceánicas por el derretimiento de los polos y glaciares influyen en su llegada a nuestras costas.


Como bien escribió nuestro editor de contenido en su explicativo artículo “Una cruzada dominicana contra el sargazo” –publicado en el número 220 de Bohío–, “Después del COVID-19, la invasión de sargazo es la peor crisis que afecta al turismo en la región, además de tener un impacto devastador en la vida marina, los ecosistemas oceánicos y la salud humana”.


Solo en el 2018 la eliminación de sus costas le costó al Caribe unos 120 millones de dólares. Cada año más de 22 millones de toneladas métricas de estas algas invaden las playas y ocasionan la obstrucción de los arrecifes de coral, lo cual afecta de manera negativa el ecosistema ambiental y perjudica a las comunidades pesqueras. En nuestro país el Grupo Puntacana, a través de su fundación dirigida por Jake Kheel, lleva una década en busca de soluciones, y hasta ha implementado un plan piloto que beneficia a los pescadores.


Según algunos expertos, esta alga que llega de manera masiva, podría aprovecharse para otros fines, como se hace en el Caribe mexicano. Ellos han mostrado toda su creatividad con esta materia prima ecoamigable. Incluso Jamaica está produciendo forraje para alimentar el ganado caprino.

Pero en República Dominicana no nos quedamos atrás; la empresa AlgeaNova, en alianza con socios extranjeros, ya obtiene fertilizante orgánico de excelente calidad a partir del sargazo y confecciona platos biodegradables con esta materia prima. Y aplaudimos las opciones de recolecta del equipo de SOS Carbon, cuya sencilla tecnología posee la ventaja de que se puede emplear en yolas de pescadores (embarcaciones). Esta cruzada contra el sargazo hay que ganarla.


¡Abundantes bendiciones!