Para los dominicanos ignorantes y desaprensivos puede parecer un juego sencillo que a partir del primero de junio de 2014 exista en el país un número de emergencia al que pueden llamar para hacer contacto directo con las instituciones que deben actuar en caso de necesitar la AYUDA URGENTE de los bomberos, la policía, una ambulancia, por violencia intrafamiliar, un accidente o una emergencia médica. Para la mayoría de los dominicanos es garantía de un servicio hasta ahora inexistente.
Sin embargo, por la cantidad de llamadas necias realizadas en una semana para interrumpir el desenvolvimiento eficiente de la central de asistencia diseñada para ofrecer el servicio del 9-1-1, sugiero a los representantes de ambas cámaras que promulguen una Ley con un solo párrafo, sin considerandos, que sancione con la pena máxima a los responsables de esas llamadas.
Nadie sabe cuándo llegará su hora o el momento de necesitar ayuda, porque para todos se da la ocasión del suceso imprevisto y no es justo que después del esfuerzo y la inversión que realiza el Estado para dar ese hálito de seguridad a la ciudadanía, unos desvergonzados descarados, desenfadados y atrevidos, vendidos inescrupulosos y malos dominicanos que desprecian los derechos de los demás, campeen por su respeto y hagan fracasar un programa de esta naturaleza que a todos beneficia. Los legisladores tienen la sartén por el mango. Que sienten el precedente.